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Pideme-Lo-Que-Quieras

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—Ibas a vivir conmigo a Alemania, ¿pensabas continuar con la mentira?<br />

—Dios, Eric, ¡¿me quieres escuchar y…?!<br />

—¿Sabes? —me interrumpe—. Mujeres como tú, tengo todas las que quiero.<br />

Regresó el Eric prepotente.<br />

—¿No me digas? ¿Mujeres como yo? —grito malhumorada.<br />

—Sí. Mentirosas. Mentirosas sin escrúpulos dispuestas a hacer daño a quien sea con<br />

tal de salirse con un fin poco claro —responde—. Mi fallo fue creer que tú eras especial.<br />

—No digas tonterías, Eric, y escúchame, que me estoy agobiando.<br />

Con gesto cínico, el hombre que amo me mira y sonríe.<br />

—Si te agobias porque crees que Björn o cualquiera de los hombres o mujeres a los<br />

que te he ofrecido no te van a llamar, tranquila. Les proporcionaré tu teléfono. Estoy seguro<br />

de que ellos me lo agradecerán.<br />

—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes ser tan cruel? —Me mira con un gesto<br />

duro, y yo grito descompuesta—: ¡Ni se te ocurra darle mi teléfono a nadie!<br />

Me mira desafiante, con los ojos entornados.<br />

—Tienes razón, ¿para qué? Tú solita te las apañas muy bien.<br />

Sin cambiar su duro gesto se da la vuelta y abre la puerta de la suite.<br />

—Cuando regrese de comer con mi madre, no quiero que estés aquí.<br />

No quiero que se marche. No quiero que lo nuestro acabe. Intento retenerlo por<br />

todos los medios pero, al final, grito.<br />

—Si te marchas sin hablar conmigo, sin darme la oportunidad de explicarme, asume<br />

las consecuencias.<br />

Mi grito lo detiene, se da la vuelta y me mira.<br />

—¿Consecuencias? ¿Te parece poca consecuencia saber que mi supuesta novia y mi<br />

ex son algo más que amiguitas?<br />

—¡Eso es mentira!<br />

—Mentira o no, las fotos hablan por sí solas.<br />

Sin darme tiempo a decir o hacer nada más, se va y cierra la puerta. Dolorida y sin<br />

respiración, observo cómo el hombre al que amo y adoro me echa de su lado sin querer<br />

escucharme. Quiero correr hacia él pero sé que no voy conseguir nada. Si algo sé de Eric es<br />

que cuando se enfada así, no razona. Es peor que yo.<br />

Me siento en el sofá. Estoy tan bloqueada que no sé ni qué hacer.<br />

Lloro y me desespero ¿Por qué no me quiere creer? ¿Por qué no me escucha? Mil<br />

preguntas sin respuesta dan vueltas por mi cabeza, mientras intento buscar una salida, una<br />

solución. Cuando consigo parar de llorar, me levanto y voy hasta el dormitorio. Ver la cama<br />

revuelta me angustia y me tiro sobre ella. El olor a Eric, a sexo y a los buenos momentos<br />

vividos horas antes me hacen maldecir furiosa.<br />

Miro la pantalla del ordenador y observo, fría, la foto de la ahora conocida Betta<br />

junto a mí. ¿Cómo he podido ser tan tonta?<br />

Me levanto, cojo un bolígrafo de la mesa y, con toda la sangre fría que puedo, me<br />

apunto su dirección de correo electrónico. Esa mujer me las va a pagar. Meto el papel en el<br />

vaquero. Miro a mi alrededor y guardo el vestido de la noche anterior en mi bolso y, sin<br />

más, salgo de la habitación, pero al pasar por el salón veo mi móvil hecho trizas en el suelo.<br />

Me acerco a él, recojo los pedazos y, con los ojos cargados de lágrimas, salgo de la suite,<br />

cierro la puerta y, con la poca dignidad que me queda, me marcho del hotel.

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