Pideme-Lo-Que-Quieras

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nueva y estoy convencido de que muchos hombres te observarán deseosos de ser ellos los elegidos. —¿Tú crees? Eric responde que sí con su cabeza y siento que se le oscurecen los ojos. De pronto, lo siento algo escamado y eso me alerta. ¿Estará celoso? —Sí, lo creo. Pero no olvides, cariño, que… —… que sólo lo haremos con quien yo quiera, ¿me equivoco? —No. —Sonríe, mientras me aparta un mechón de pelo de la cara. Doy un trago a mi café. —¿Me vas a ofrecer a otro hombre? Mi pregunta vuelve a pillarlo por sorpresa. Como siempre, lo piensa… lo piensa y, al final, responde con otra pregunta: —¿Te gustaría? —Sí… me excita sentir que eres mi dueño. Anoche me excitó. Se carcajea y, tras darme un beso en los labios, murmura: —Señorita Flores, ¿habla de dueño? ¿No dijo que no le gustaba el sado? —Y no me gusta —aclaro—. Pero me excita sentir tu posesión. Eric asiente. Clava sus preciosos ojos en mí y murmura: —No olvidaré eso cuando te ofrezca esta noche. Asiento como siempre. Está claro que él sólo hará lo que yo quiera y, deseosa de que todo sea como siempre, me tumbo en la cama y tras hacerle una seña con el dedo para que se tumbe sobre mí le susurro: —Tú eres el experto. Estoy en tus manos. Eric sonríe y me besa. —Cariño… cada día me sorprendes más. Pongo los ojos en blanco y pestañeo. —Me gustas mucho cuando me llamas cariño. ¿Todavía no te has dado cuenta del influjo que provocas en mí cuando me dices palabras cariñosas? —Estás comenzando a asustarme. Eso me hace reír. —¿<strong>Que</strong> yo te asusto? Eric asiente. Pone entonces sus manos en mi cintura y me hace cosquillas. —Sí…, señorita Flores. Comienzo a temer tus juegos. Creo que vas a ser peligrosa. Tras la comida, Frida y Andrés se retiran a descansar. Eric me propone lo mismo, pero me apetece leer en la sombrita. Eric me acompaña y, tirados en las cómodas hamacas de la piscina y bajo una maravillosa sombra, compartimos música en mi iPod y leemos. Pero yo apenas leo. Mi mente no para de dar vueltas a todo lo que va a pasar, mientras disfruto de estar junto a Eric. Verlo a mi lado, tranquilo y relajado mientras lee el periódico me parece algo sublime, maravilloso. De pronto en mi iPod comienza a sonar una canción y oigo que Eric la tararea. Eso me deja sin habla. Sé que faltaron razones, sé que sobraron motivos Contigo porque me matas, y ahora sin ti ya no vivo Tú dices blanco, yo digo negro Tú dices voy, yo digo vengo Miro la vida en colores y tú en blanco y negro. Dicen que el amor es suficiente, pero no tengo el valor de hacerle frente
Tú eres quien me hace llorar, pero sólo tú me puedes consolar. Te regalo mi amor, te regalo mi vida A pesar del dolor eres tú quien me inspira. No somos perfectos somos polos opuestos, Te amo con fuerza te odio a momentos. Está tarareando la canción Blanco y negro de Malú. ¡Y se la sabe entera! Asombrada, no me muevo, mientras hago como si leyera mi libro. Escuchar a Eric cantar aquella canción que siempre me recuerda a él me pone la carne de gallina. Cuando la termina, me doy cuenta de que me mira. —Aún recuerdo el día que te escuché cantarla. —Sí… muy majo tú. Me dijiste que cantaba fatal, ¿lo recuerdas? —Eric sonríe y yo añado—: Oye… ¿cómo te sabes esta canción? Recuerdo que me preguntaste el título y quién la cantaba. —La busqué. —¿Y por qué la buscaste? —Porque escuchar esta canción me recuerda a ti. Aquella revelación me deja sin palabras. Eric continúa leyendo y yo lo imito. Estoy emocionada porque, sin utilizar palabras cariñosas, sé que me ha dicho: «Te quiero».
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Tras la muerte de su padre, el pres
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Para todas aquellas personas a las
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dejar de mirar lo que hacen. Entonc
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Él vuelve a dar otro paso y yo, al
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convierta en gelatina entre sus man
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—No. Como mi hermana no se conten
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—¿Sale a cenar con muchos hombre
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dulce—. Hazlo por mí y pruébalo
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ellos, ¿no crees? —No… lo sé.
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por la cintura para acercarme a él
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coge de las piernas y me las separa
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cabida y noto cómo mi útero se co
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No responde. Sólo me mira, desafia
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—Quiero que me penetres fuerte. Q
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¿Que no lo haga enfadar? Este tío
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—Pues la música es algo maravill
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Eso me excita y me hace reír. De p
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las piernas. —Espero que dentro d
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Cuando va a chuparlos se los alejo
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Su cuerpo encaja con el mío. Sient
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pared y yo me sujeto a una barra de
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—¿Te apetece que lo veamos? —p
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Recordar cómo miraba a Lolo, un ex
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¿Por qué no puede aceptar mi resp
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—En seguida, señor Zimmerman. Me
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—¿Te está entrando el nervio? V
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Necesito ese abrazo. Oigo que la pu
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esa en la cabeza. —Vamos, son las
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manera que no puedo decir que no. Y
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17 Mi jefa se vuelve loca cuando Er
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de sus labios. Al cabo de pocos seg
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—Ésta me la pagas. Eric ni se in
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Tras una enorme tanda de besos, abr
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¡Estoy cardíaca! Nunca he hecho n
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Cierro los ojos. Sólo de escuchar
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Y que nunca te olvides, que soy yo
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Mi respuesta lo sorprende. —Jud
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fechoría, meto una pierna entre la
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Quiero preguntarle, pero no quiero
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Sin mirar a mi particular Iceman qu
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me avisa de que me va a hacer suya.
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22 El viernes, cuando despierto en
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salto. Me levanto. —¡Diossss! ¡
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Me lo quedo mirando, incrédula.
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—Porque no quiero hacerte sufrir.
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le ocurre. —Hoy no, pequeña. Un
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corazón bombea muy fuerte y apenas
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Tras la hora de comer, regreso a mi
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De: Eric Zimmerman Fecha: 19 de oct
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—Cuando tenga los informes, me lo
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el pelo mientras desayuno con ella?
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Su mano me hace separar las piernas
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Eric me mira… me mira… me mira
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Marisa se restriega contra mí y la
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cariño? Muevo mi cabeza afirmativa
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Su cara se contrae al escuchar eso,
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Calor… calor… y más calor…
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Eric clava su mirada en ella. —Va
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—Un diamante para mi precioso dia
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un jadeo y escucho su bronco gemido
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—Me alegra ser la primera y te as
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Estoy caliente. Muy caliente. Helga
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ecibirme. En ese instante, noto el
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—Lo sé cariño, pero regresa a M
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—Ibas a vivir conmigo a Alemania,
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delante de mi cara: —Salga de mi
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—Y ahora, pedazo de imbécil, lla
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—Toma, entréguele mi despido fir
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cargada de tensión y furia me info
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Pídeme lo que quieras Megan Maxwel
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