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Pideme-Lo-Que-Quieras

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Rápidamente le hago caso y siento que Björn me suelta los hombros y se baja de la<br />

cama. Eric clava sus impresionantes ojos en mí y me da un azote que me escuece, mientras<br />

me embiste con fuerza. Su respiración es brusca, inconstante pero sus acometidas en el<br />

interior de mi vagina me hacen convulsionar a cada nuevo ataque. Vuelve a azotarme. El<br />

calor me sube por el cuerpo y jadeo su nombre…<br />

—Eric…<br />

Me abrasa la excitación cuando vuelve a darme otro azote y noto que mete un dedo<br />

junto a su pene en mi vagina y vuelvo a jadear. Su dedo empapado de mis fluidos va directo<br />

a mi ano y, al notar que lo mete, grito. Esta vez, la invasión es más fuerte. Su demoledor<br />

dedo entra y sale de mi ano mientras que su pene lo hace en mi vagina y esa nueva<br />

sensación me deja extenuada.<br />

Con el cuerpo palpitándome, deseo lo que me exige y lo que me hace y casi rezo<br />

para que continúe y no pare nunca. Mis caderas se levantan en busca de más, hasta que el<br />

rostro de Eric se contrae y yo, tras un demoledor grito, me dejo llevar.<br />

Cuando todo acaba, Eric cae sobre mí. <strong>Lo</strong> abrazo y él mete su cara en mi cuello.<br />

Permanecemos así unos minutos. Agotados. Rendidos. Consumidos. Hasta que se separa de<br />

mí y, sin mirarme, ordena con voz seca:<br />

—Vístete. Nos vamos.<br />

Extasiada por lo vivido, hago un gesto afirmativo con mi cabeza. Cojo el vestido,<br />

que veo a un lado de la cama, y me lo pongo. Me siento en la cama y lo observo vestirse.<br />

Después, me doy cuenta de que estamos solos en la habitación.<br />

—¿Dónde está Björn?<br />

Eric me mira y, con un gesto que me descuadra, pregunta:<br />

—¿Para qué quieres saberlo?<br />

—Para nada, Eric —respondo, sin entender su pregunta—. Es simple curiosidad.<br />

En ese instante me percato de que algo le pasa y lo agarro del brazo. Eric se suelta<br />

de mala gana.<br />

—¿Por qué estás enfadado?<br />

La furia de sus ojos me deja sin habla.<br />

—¿Por qué querías meterte su polla en la boca?<br />

Sus palabras me sorprenden. No sé que responder.<br />

—No lo sé, Eric. El morbo del momento.<br />

Al ver que él no me mira y se sigue abrochando la camisa, exploto:<br />

—¡Perfecto! Me traes aquí. Me haces abrirme de piernas para él y ahora, ¿me vienes<br />

con reproches? Joder, Eric… no lo entiendo.<br />

—Tú has accedido. No lo olvides.<br />

—Por supuesto que he accedido. ¡Imbécil! He entrado en el juego. ¡Tu juego! Me<br />

he dejado lamer, chupar y follar por una persona a la que no conozco de nada porque sé que<br />

a ti es lo que te gusta, y ahora, cuando ves que he disfrutado y me he dejado llevar por el<br />

morbo, me lo reprochas. ¡Vete a la mierda!<br />

Dispuesta a largarme de allí, me encamino hacia la puerta. Pero antes de que llegue,<br />

él me agarra y me tumba sobre la cama.<br />

—Tienes razón, nena… tienes razón.<br />

—¡Gilipollas!… Eso es lo que eres, un auténtico gilipollas.<br />

—Entre otras muchas cosas. Perdóname.<br />

Sus ojos… su voz… el olor a sexo y todo él consigue que mi enfado, como siempre,<br />

desaparezca en décimas de segundo.

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