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Pideme-Lo-Que-Quieras

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31<br />

Cuando llego al Amnesia, mis amigos me preguntan por Fernando. Mis señas les<br />

indican que no quiero hablar. Respetan mi silencio y no vuelven a preguntar. Mi buen<br />

amigo Nacho se acerca a mí y me pide una Coca-Cola.<br />

—Bebe… Te sentará bien.<br />

Una hora después, ya estoy más relajada. Nacho se ha encargado de hacerme sonreír<br />

y sólo me ha permitido beber Coca-Cola. Según él, el alcohol no es bueno para las penas.<br />

Mientras todos hablamos, me fijo en su brazo. Su tatuaje me llama la atención. Por ello lo<br />

agarro y lo acerco a mí.<br />

—¿Éste es nuevo?<br />

—Sí, ¿te gusta?<br />

Asiento.<br />

Siempre me han gustado los tatuajes y los hombres que los llevan.<br />

Algo que, ni por asomo tiene Eric. Su piel es suave e impoluta, algo de lo que<br />

carece Nacho, que es tatuador y un ferviente amante de grabar su piel. De pronto, se me<br />

ocurre algo.<br />

—Nacho, ¿tú me harías un tatuaje?<br />

Sus almendrados ojos me miran.<br />

—Claro que sí. Cuando tú quieras, Judith.<br />

—¿Cuánto me cobrarías?<br />

Nacho sonríe<br />

—Nada, cielo. A ti te lo hago gratis.<br />

—¿En serio?<br />

—<strong>Que</strong> sí, petarda.<br />

—¿Me lo harías ahora?<br />

Sorprendido, deja su cerveza sobre el mostrador y repite mis palabras:<br />

—¿Ahora?<br />

—Sí.<br />

—Son las cinco de la madrugada.<br />

Sonrío. Pero, dispuesta a conseguir mi propósito, me acerco a él.<br />

—¿No crees que es una hora estupenda para hacerlo?<br />

No hace falta seguir hablando. Nacho me agarra con fuerza de la mano y salimos<br />

del bareto. Nos montamos en su moto y me lleva hasta su estudio, su negocio de tatuajes.<br />

Al entrar, enciende las luces y yo miro a mi alrededor. Cientos de dibujos colgados por las<br />

paredes, el trabajo de Nacho durante todos aquellos años. Tribales, nombres, caricaturas,<br />

dragones…<br />

—Bueno, doña Impaciencia. ¿Qué tatuaje quieres que te haga?<br />

Sin moverme, sigo observando las fotos hasta que veo algo y entonces sé lo que<br />

deseo tatuarme. Se sorprende cuando se lo digo, pero buscamos en sus plantillas lo que<br />

quiero. Decidimos el tamaño. No muy grande, pero que se vea. Decidido, trabaja en la<br />

plantilla. Veinte minutos después, me mira.<br />

—Ya lo tengo, preciosa.<br />

Nerviosa, respondo afirmativamente. Me lo enseña.<br />

Observo su diseño y sonrío. Me invita a sentarme en la camilla donde hace los<br />

trabajos.

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