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Pideme-Lo-Que-Quieras

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—Y ahora, pedazo de imbécil, llama a personal y diles que me vayan preparando el<br />

despido. Yo solita subo a firmarlo. Me he quedado tan contenta con lo que te acabo de<br />

decir, que me importa una mierda todo lo que venga después.<br />

Dicho esto, me doy la vuelta y, como Juana de Arco, salgo del despacho.<br />

¡Dios, qué bien me he quedado!<br />

Al salir, me encuentro con Claudia y con Eric. Han debido de escuchar los gritos.<br />

La chica entra en el despacho de su hermana y oigo cómo habla con ella mientras ésta pide<br />

a gritos mi despido inminente a personal.<br />

Eric me observa. No se mueve. Está bloqueado. No esperaba que yo reaccionara así.<br />

Sin mirarlo, me dirijo a mi mesa y comienzo a recoger mis cuatro pertenencias.<br />

—Entra en mi despacho, Jud.<br />

—No. Ni lo sueñe. Y recuerde, señor, ahora para usted soy la señorita Flores,<br />

¿entendido?<br />

—Entra en mi despacho —repite con furia.<br />

—He dicho que no —contesto.<br />

Noto que Eric se mueve nervioso a mi lado. Es el jefe de la empresa y debe<br />

mantener la compostura. Si me agarra del brazo y me obliga a entrar, sabe que yo<br />

reaccionaré y todos nos mirarán. Por ello, se agacha hasta mi cara y murmura:<br />

—Jud, cariño, soy un imbécil, un gilipollas, por favor, pasa al despacho. Tienes<br />

razón. Tenemos que hablar.<br />

Al escuchar eso, sonrío. Pero mi risa es fría e impersonal. <strong>Lo</strong> miro y, tras pensar<br />

durante unos segundos mi respuesta como suele hacer él, tuerzo el gesto y respondo:<br />

—¿Sabe, señor Zimmerman? Ahora la que no quiere saber nada de usted, soy yo,<br />

señor. Se acabó Müller y se acabaron muchas otras cosas. No aguanto más. Búsquese a otra<br />

a la que volver loca con sus continuos enfados y sus desconfianzas, porque yo me he<br />

cansado.<br />

Reviso cajón por cajón. No veo lo que hay en su interior, pero de todos modos lo<br />

hago mecánicamente. <strong>Lo</strong>s cierro con fuerza y, cuando acabo, cojo mi bolso y me dirijo<br />

hacia la puerta.<br />

—¿Adónde vas, Jud?<br />

Con toda la chulería, madrileña, jerezana y catalana que tengo, lo miro de arriba<br />

abajo y sonrío con frialdad.<br />

—A personal. Desde este instante causo baja en «su» empresa, señor Zimmerman.<br />

Mientras camino hacia el ascensor, siento las miradas de todos mis compañeros<br />

posadas en mí y, en especial, la de mi ex. Mis compañeros no saben lo que pasa, pero,<br />

conociéndolos, pronto sacarán sus propias conclusiones. Seré la comidilla los próximos<br />

días, pero eso es algo que ya no me importa. No estaré allí para aguantar sus malditos<br />

cotilleos.<br />

Cuando entro en el departamento de personal todos me miran. ¡Cómo corren las<br />

noticias! Pero es Miguel el que se acerca a mí y, cogiéndome del brazo, me lleva hasta su<br />

mesa y murmura:<br />

—¿Qué has hecho? Tu jefa…<br />

—Ex jefa —aclaro.<br />

—Vale. Tu ex jefa ha llamado hecha una furia para que te despidamos.<br />

Asiento. Sonrío y encojo los hombros.<br />

—Acabo de provocar mi despido. Le he dicho a esa mala bruja todo lo que pienso<br />

de ella y, ¡Diossss, Miguel!, ¡me he quedado como nueva! Ha sido uno de los mejores

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