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Pideme-Lo-Que-Quieras

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—<strong>Lo</strong> sé cariño, pero regresa a Múnich esta tarde y quiere comer con nosotros.<br />

—Vale —asiento—. Tienes un ibuprofeno o algo así.<br />

—Sí… en el neceser.<br />

Eric va a buscarlo, pero se para y dice mientras contiene la risa:<br />

—Tranquila, cariño, las sillas del restaurante son blanditas.<br />

Aquella coña me hace resoplar. Me vuelvo con ganas de decirle cuatro cositas pero,<br />

al ver sus ojos risueños, me detengo y sonrío. Su felicidad es mi felicidad, mientras la<br />

canción que me hace morirme por besarlo continúa sonando.<br />

Dolorida, me levanto, abro el armario. Allí tengo un vaquero y una camisa rosa,<br />

pero al no encontrar lo que busco me quejo desesperada:<br />

—Joder, ¡no tengo ni unas puñeteras bragas!<br />

—No digas tacos, cariño —me reprende Eric abrazándome.<br />

—<strong>Lo</strong> siento pero los tengo que decir. Me rompes todas las bragas, todos los tangas,<br />

mis provisiones están bajo mínimos y ahora no tengo un puñetero tanga que ponerme. Y<br />

claro… no pensarás que voy a ir a comer con tu madre sin bragas, ¿verdad?<br />

Divertido sonríe, me entrega el ibuprofeno y contesta:<br />

—Ella no lo sabrá. ¿Dónde está el problema?<br />

Cojo un bóxer limpio de Calvin Klein y me lo pongo. Sorprendido Eric me mira.<br />

—¡Vaya! Hasta con calzoncillos me pones, cuchufleta. Ven aquí.<br />

—Ni lo pienses.<br />

—Ven aquí.<br />

—<strong>Que</strong> no… que tu madre nos espera para comer.<br />

—Vamos, nena, ¡nos da tiempo!<br />

En ese instante suena el portátil de Eric. Ha recibido un mensaje. Se lo advierto,<br />

pero él ya tiene muy claro lo que quiere. Y lo que quiere soy yo.<br />

Corro por la habitación, me subo a la cama y él me engancha. Me tira en ella y yo<br />

me río escandalosamente. Me besa con deleite mientras ríe y me quita los boxers. Se<br />

desabrocha el pantalón y, sin quitarse los calzoncillos, me penetra y yo me acoplo a él. Nos<br />

miramos a los ojos y, mientras bombea una y otra vez en mi interior, me susurra cientos de<br />

palabras cariñosas en mi oído que me vuelven loca.<br />

Tras nuestro rápido encuentro, nos vestimos. Vuelvo a ponerme el boxer, los<br />

vaqueros y la camisa rosa entre risas y besuqueos. Cuando cojo mi móvil, oigo de nuevo el<br />

timbre de los mensajes de su portátil. Tras darme un sabroso beso en los labios, se dirige<br />

hacia él y la sonrisa que segundos antes me llenaba el alma poco a poco desaparece hasta<br />

que aflora la máscara de Iceman en su versión más siniestra. Sus ojos se vuelven oscuros.<br />

Maldice. Veo que mueve el ratón del ordenador. Me mira y, con la tensión en la mandíbula,<br />

gruñe.<br />

—Nunca esperé esto de ti.<br />

Cierra con fuerza la pantalla del ordenador y sale del dormitorio furioso. Sin<br />

dilación me acerco al ordenador, abro la pantalla y leo un mensaje:<br />

De: Rebeca Hernández<br />

Fecha: 8 de diciembre de 2012 08.24<br />

Para: Eric Zimmerman<br />

Asunto: Tu novia<br />

Me encanta saber que seguimos compartiendo los mismos gustos.<br />

Te adjunto unas fotografías. Sé que te gusta mirar. Disfrútalas.

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