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Pideme-Lo-Que-Quieras

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6<br />

Cuando llego a casa, mi Curro me recibe. Es un encanto. Leo la nota en que mi<br />

hermana me explica que le ha dado la medicación y sonrío. Qué mona es.<br />

Tras quitarme la ropa me pongo algo más cómodo y me preparo algo de comer.<br />

Cocino unos ricos macarrones a la carbonara, me lleno el plato y me siento en el sofá a ver<br />

la tele mientras los devoro.<br />

Cuando acabo con todo el plato, me recuesto en el sofá y, sin darme cuenta, me<br />

sumerjo en un sueño profundo hasta que un sonido estridente me despierta de repente.<br />

Adormilada, me levanto y el pitido vuelve a sonar. Es el telefonillo.<br />

—¿Quién es? —pregunto, frotándome los ojos.<br />

—Jud. Soy Eric.<br />

Entonces, me despierto rápidamente. Miro el reloj. Las seis en punto. ¡Por favor!<br />

Pero ¿cuánto he dormido? Me pongo nerviosa. Mi casa está hecha un desastre. El plato con<br />

los restos de la comida sobre la mesa, la cocina empantanada y yo tengo una pinta horrible.<br />

—Jud, ¿me abres? —insiste.<br />

Quiero decirle que no. Pero no me atrevo y, tras resoplar, aprieto el botón.<br />

Rápidamente cuelgo el telefonillo. Sé que tengo un minuto y medio más o menos hasta que<br />

suene el timbre de la puerta de mi casa. Como Speedy González salto por encima del sillón.<br />

No me dejo los dientes en la mesa de milagro. Cojo el plato. Salto de nuevo el sillón. Llego<br />

a la cocina y, antes de que pueda hacer un movimiento más, oigo el timbre de mi puerta.<br />

Dejo el plato. Le echo agua para que no se vean los restos.<br />

¡Oh, Dios, está todo sin fregar!<br />

El timbre vuelve a sonar. Me miro en el espejo. Tengo el pelo enmarañado. <strong>Lo</strong><br />

arreglo como puedo y corro a abrir la puerta.<br />

Cuando abro, jadeo por las carreras que me he metido y me sorprendo al ver a Eric<br />

vestido con un vaquero y una camisa oscura. Está guapísimo. Siento cómo su mirada me<br />

recorre y pregunta:<br />

—¿Estabas corriendo?<br />

Como si fuera tonta, me apoyo en la puerta. Menudas carreras me acabo de meter.<br />

Él me mira de arriba abajo. Estoy a punto de gritarle: «¡Ya lo sé! Estoy horrible». Pero me<br />

sorprende cuando me dice:<br />

—Me encantan tus zapatillas.<br />

Me pongo roja como un tomate al mirar mis zapatillas de Bob Esponja que mi<br />

sobrina me regaló. Eric entra sin que yo lo invite. Curro se acerca. Para ser un gato es muy<br />

sociable. Eric se agacha y lo acaricia. A partir de ese momento Curro se convierte en su<br />

aliado.<br />

Cierro la puerta y me apoyo en ella. Curro es tan maravilloso que no puedo dejar de<br />

sonreír. Eric me mira, se levanta y me entrega una botella.<br />

—Toma, preciosa. Ábrela, ponla en una cubitera con bastante hielo y coge dos<br />

copas.<br />

Asiento sin rechistar. Ya está dando órdenes.<br />

Al llegar a la cocina, saco la cubitera que me regaló mi padre, echo hielo en ella,<br />

abro la botella y, al meterla en el hielo, me fijo con curiosidad en las pegatinas rosas y leo<br />

«Moët Chandon Rosado».<br />

—Dijiste que te gustaba la fresa —escucho mientras siento cómo me pasa la mano

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