Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Rodea la mesa. Se sienta ante ella con los brazos cruzados y las piernas abiertas. Su<br />
actitud es intimidatoria. Nuestra distancia se ha acortado. Eso me pone nerviosa.<br />
—Jud…<br />
—Para usted soy la señorita Flores, si no le importa.<br />
Me mira con su típica cara de mala leche y siento que el aire se puede cortar con un<br />
cuchillo. ¡Menuda tensión!<br />
—Señorita Flores, acérquese.<br />
—No.<br />
—Acérquese.<br />
—¿Qué quiere? —exijo.<br />
Sin cambiar su duro gesto, murmura entre dientes:<br />
—Acérquese, por favor.<br />
Resoplo para que vea mi estado de ánimo y doy un paso adelante.<br />
Su dura mirada exige que me acerque más pero no me dejo amedrentar.<br />
—Señor Zimmerman, no me voy a acercar más. Despídame si eso le hace seguir<br />
sintiéndose el Rey del Universo. Pero no pienso acercarme más a usted. Y, como se pase un<br />
pelo, lo denuncio por acoso.<br />
Se incorpora de la mesa. Da dos pasos hacia mí y yo doy un paso hacia atrás. <strong>Lo</strong><br />
oigo resoplar. Me coge del brazo, tira de mí y abre las puertas del archivo. Me mete y, una<br />
vez en la intimidad que nos da ese lugar, me coge con sus manos la cabeza, me acerca a él y<br />
me besa con posesión.<br />
Esta vez no se detiene a rozar su lengua contra mi labio superior. No me pide<br />
permiso. Sólo me atrae hacia él y me besa. Me empuja contra los archivos y, cuando siente<br />
que mi cuerpo no puede retroceder, abandona mis labios.<br />
—Apenas he podido dormir pensando en ti y en lo que hacías con el tipo de anoche.<br />
Obnubilada por lo que dice, respondo con un hilo de voz:<br />
—No hice nada.<br />
Eric aprieta sus caderas contra mí y siento su erección.<br />
—Te agarraba por la cintura. Paseaba su mirada por tu cuerpo. Dejaste que te besara<br />
y entraste con él al baño de hombres. ¿Cómo puedes decir que no hiciste nada?<br />
Enloquecida por lo que me está haciendo sentir con sus palabras y con su cercanía<br />
respondo:<br />
—Con mi vida y con mi cuerpo hago lo que quiero, señor Zimmerman.<br />
Le doy un tremendo empujón y lo separo de mí.<br />
—Yo no soy una muñequita de esas a las que supongo que está acostumbrado a dar<br />
órdenes. No vuelva a tocarme o…<br />
—¿¡O!? —pregunta con voz ronca.<br />
—O soy capaz de cualquier cosa —contesto.<br />
Su mandíbula está tensa y, acercándose de nuevo a mí, susurra:<br />
—Jud, me deseas tanto como yo a ti. No lo niegues —no respondo. No puedo. Su<br />
cercanía me provoca mil sensaciones.<br />
Mis ojos chispean. No sé si es indignación, morbo o qué. El caso es que chispean<br />
mientras aquel gigante con su cara de mala leche se cierne sobre mí.<br />
—No estoy dispuesta a…<br />
—¿Al sado? Eso ya lo sé, pequeña.<br />
Su respuesta me pilla tan de sorpresa que no sé qué responder. Su mirada me<br />
bloquea.