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Pideme-Lo-Que-Quieras

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que se comporte como un amigo.<br />

Mi hermana aparece sin avisar con Jesús y la niña, como hace siempre. Mi padre se<br />

vuelve loco de felicidad. Tener a sus dos hijas y a su nieta para él es lo más y no puede<br />

ocultar su orgullo.<br />

Luz, mi sobrina, es la alegría de la casa. Estar con ella para mí es un soplo de aire<br />

fresco. Mi hermana y mi cuñado están felices. No paran de hacerse arrumacos y salen todas<br />

las noches a cenar y llegan a las mil. Eso me hace sonreír. Llevaba años sin ver a Raquel<br />

tan sonriente, activa y enamorada.<br />

Contenta por su felicidad, veo cómo mi cuñado la observa, cómo se cruzan miradas<br />

y cómo buscan, en cuanto pueden, su intimidad. Es tal el descaro de la pareja que hasta mi<br />

padre los mira a veces asombrado. Mi hermana intenta hablar conmigo. Sabe que estoy<br />

mal, aunque sonrío, pero yo le pido que lo dejemos para más adelante. Por primera vez en<br />

mi vida, la pesada de mi hermana respeta mi decisión. Debe verme fatal.<br />

Una noche, después de que Fernando me deje en casa sobre las tres de la mañana,<br />

entro en la casa de mi padre y me dirijo al balancín que hay en la parte trasera. Hace una<br />

noche perfecta y las estrellas se ven maravillosamente bien. Mi padre me ve por la ventana<br />

y viene a sentarse a mi lado. Trae dos Coca-Colas. Cojo una y él le da un trago a la suya.<br />

—Estoy muy feliz por ver a tu hermana tan contenta, pero me apena verte a ti tan<br />

triste, cuando, por norma, la situación suele ser al revés.<br />

—<strong>Que</strong> le dure mucho, papá. El que ella esté así nos hace felices a todos.<br />

Ambos sonreímos y mi padre cuchichea:<br />

—No me extrañaría que dentro de poco me hagan abuelo otra vez… Pero ¿tú los<br />

has visto?<br />

Divertida, asiento y más al ver cómo mi padre menea la cabeza.<br />

—Sí, papá, los he visto. Es maravilloso ver que su relación va viento en popa.<br />

Volvemos a tomar un nuevo trago de nuestras Coca-Colas.<br />

—Escucha, morenita. Tú vales mucho y estoy seguro de que Eric lo sabe.<br />

—¿Y de qué sirve eso, papá?<br />

—De mucho, cariño, ya lo verás. Eric es un hombre que se viste por los pies y verás<br />

cómo no te deja escapar.<br />

—A lo mejor soy yo quien lo deja escapar a él.<br />

Mi padre sonríe y me acaricia el pelo.<br />

—Pues entonces, morenita, serás tú la que haga la mayor tontería de su vida.<br />

Incapaz de callar un segundo más el secreto que guardo, lo miro y digo:<br />

—Papá, Eric es mi jefe. El jefazo de la empresa. Ahora ya lo sabes.<br />

Mi padre se queda callado durante unos segundos y se rasca la barba.<br />

—¿Está casado?<br />

—No, papá… Eric está soltero y sin compromiso. ¿Por quién me has tomado?<br />

Siento que mi padre respira. <strong>Lo</strong> último que hubiera querido escuchar era que él<br />

estaba casado y sé que mi respuesta, en cierto modo, lo alivia.<br />

—No te mira como un jefe y yo sé lo que digo, hija. Ese hombre te mira como a una<br />

mujer a la que quiere y desea proteger. Pero tengo que decirte que Fernando te mira igual y<br />

me da pena el chaval.<br />

Me encojo de hombros y suspiro. Al ver que no digo nada más del tema me<br />

pregunta:<br />

—Entonces, ¿regresas a Madrid mañana?<br />

—Sí. Cuando desayune cargo el coche y rumbo a la ciudad. Quiero llegar a buena

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