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Pideme-Lo-Que-Quieras

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Eric me mira… me mira… me mira y finalmente dice con voz tranquila:<br />

—De acuerdo, Jud. Ve a la habitación y vístete. Tomás te llevará a tu casa.<br />

Eso me desconcierta. No quiero irme. Cuando voy a darme la vuelta para<br />

marcharme, cierro los ojos.<br />

—Eric<br />

—Dime, Jud.<br />

—Si me quedo, mis besos serán sólo tuyos y los tuyos sólo míos.<br />

El rostro imperturbable de Eric asiente.<br />

—Eso siempre, cariño… siempre.<br />

<strong>Lo</strong> beso ansiosa y él acepta mi boca. Cuando me separo de él, miro a Marisa.<br />

—De acuerdo.<br />

Eric se sienta junto a Mario.<br />

Aquella mujer y yo nos quedamos de pie ante nuestros hombres, vestidas<br />

únicamente con los cortos camisones mientras la música suena a nuestro alrededor. La<br />

excitación comienza a crecer en mí cuando siento que ella se me acerca por detrás y pone<br />

sus manos en mi cintura.<br />

Eric coge la botella de champán y se sirve una copa. Cuando termina de servirse,<br />

deja la botella en la cubitera y nos mira, repanchigándose en el sillón.<br />

—Marisa, por fin tienes a mi novia para ti. ¿Por dónde quieres empezar?<br />

Sus palabras me acaloran. Eric acaba de decir que soy toda para ella. ¡Toda! Pero,<br />

antes de que pueda protestar, la mujer se me adelanta:<br />

—De momento, quiero tocarla.<br />

Dicho esto, hunde su nariz en mi cuello mientras pasea sus manos por mi cuerpo<br />

ante los hombres. Me toca las caderas, los pechos, el monte de Venus, todo ello por encima<br />

del insinuante camisón de seda negro. Oigo su excitada respiración en mi oído mientras me<br />

quedo quieta y le dejo invadir mi cuerpo ante la mirada de los hombres.<br />

—Eric… dame cinco minutos a solas con ella.<br />

—¡Treinta segundos! —aclara.<br />

Voy a protestar. A negarme, cuando siento que ella se aprieta contra mí.<br />

—Vamos a la cama —susurra en mi oído.<br />

Me coge de la mano y tira de mí. Yo miro a Eric y él levanta su copa y sonríe<br />

mientras continúa sentado en el sillón. Camino de la mano de la mujer y llegamos hasta la<br />

habitación. No puedo creer que Eric no vaya a estar presente.<br />

Marisa me sienta en la cama, me tumba y se pone a cuatro patas sobre mí.<br />

—Escucha, Judith. No te asustes. No te haré daño, sólo te proporcionaré placer y<br />

espero que tú me lo des a mí también. Eric te ha entregado a mí por algo que pasa entre<br />

vosotros. Eso no me interesa. Sólo me interesa saborearte y disfrutar de tu cuerpo.<br />

—¿Por qué no has dicho que nos hemos visto antes?<br />

Ella sonríe y me mira con lujuria.<br />

—Porque no es necesario explicarlo todo, ¿no crees?<br />

Voy a protestar, pero ella me baja los tirantes del camisón y me saca los pechos y<br />

eso me deja sin habla. Mis pezones se ponen duros y la veo sonreír. <strong>Lo</strong>s observa y,<br />

finalmente, saca su lengua y me los chupa. Yo me muevo. Me inquieto. No quiero<br />

reconocerlo, pero la situación me provoca. Su boca se cierne sobre mis pechos y los<br />

succiona con avidez hasta que me los suelta.<br />

—¿Te ha gustado? —pregunta.<br />

Yo asiento. No puedo hablar.

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