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y él no tenían buena relación; por eso él nunca venía por España.<br />
Saber aquellos datos de él me inquieta. Quiero saber más, así que pregunto:<br />
—¿Y por qué no tenían buena relación?<br />
—No lo sé, preciosa —responde Miguel mientras pone un mechón de pelo tras mi<br />
oreja—. El señor Zimmerman era bastante hermético con su vida privada. Por cierto,<br />
¿cuándo vas a querer tomar una copa conmigo?<br />
Escuchar aquello me hace sonreír. Apoyo los codos sobre la mesa y, al dejar caer mi<br />
cara en mis manos, respondo, mirándolo:<br />
—Creo que nunca. No me gusta mezclar el trabajo con el placer.<br />
Mi contestación cargada de una ironía que él no entiende me hace gracia. Miguel se<br />
acerca un poco más a mí y murmura:<br />
—Cuando hablas de placer, ¿a qué clase de placer te refieres?<br />
Sin moverme un ápice respondo:<br />
—Vamos a ver, guaperas. Eres el caramelito que todas las de la oficina se quieren<br />
comer y yo soy una mujer muy celosa y no comparto. Por lo tanto… búscate a otra porque<br />
conmigo lo llevas crudo.<br />
—Mmmm… ¡Me gusta lo difícil!<br />
Eso me hace soltar una carcajada y Miguel me sigue. De pronto, veo que Eric se<br />
levanta y sale de la cafetería y respiro. No tenerlo cerca es un alivio para mí. Diez minutos<br />
después, mi compañero y yo regresamos a nuestros puestos.<br />
Cuando llego a mi mesa veo que la puerta del despacho del jefazo está abierta.<br />
Maldigo. No quiero verlo. Me siento y de pronto el móvil pita y leo: «¿Ligando en horas de<br />
trabajo?».<br />
Eso me incomoda, pero termino por sonreír.<br />
En el fondo, el humor de Eric me hace gracia. No pienso responder aunque, como<br />
siempre que me pongo nerviosa, me rasco el cuello. Mi móvil vuelve a pitar y leo: «No te<br />
rasques o el sarpullido irá a peor».<br />
Me observa. Miro hacia el despacho y lo veo sentado en la que fue la mesa de su<br />
padre. Se siente poderoso. Me está provocando, pero no pienso caer en su juego. Achino los<br />
ojos enfadada. Con la mirada, le digo de todo menos bonito y, sorprendentemente, curva<br />
sus labios mientras aguanta una sonrisa.<br />
De pronto aparece mi jefa y dice, interponiéndose en nuestro campo de visión:<br />
—Judith, si alguien me llama, pásame la llamada al despacho del señor<br />
Zimmerman.<br />
Sin abrir la boca, asiento. Mi jefa, contoneando sus caderas, entra en el despacho de<br />
Eric y cierra la puerta. Comienzo a trabajar y, a media mañana, la puerta del despacho se<br />
abre. Veo salir a mi jefa con una carpeta en las manos.<br />
—Judith —me dice—. Me voy a ausentar de la oficina una hora. Si el señor<br />
Zimmerman necesita lo que sea, soluciónaselo. —Luego se vuelve hacia Miguel y añade—:<br />
Acompáñame.<br />
Mi compañero sonríe y yo también. ¡Vaya dos!<br />
¡Ay!, si ellos supieran lo que yo sé…<br />
Cuando desaparecen del despacho, el teléfono interno suena. Maldigo al saber que<br />
es él. Al final lo cojo.<br />
—Señorita Flores, ¿puede pasar a mi despacho, por favor?<br />
Estoy tentada de decir que no. Pero eso no sería profesional y yo, ante todo, soy una<br />
profesional.