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Pideme-Lo-Que-Quieras

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una forma que yo considere ofensiva, te aseguro que lo pagarás.<br />

Con su superioridad de siempre sonríe. Da un trago a su copa, se acerca hasta mi<br />

cara y murmura poniéndome la carne de gallina:<br />

—Pequeña, mis castigos nada tienen que ver con lo que estás suponiendo.<br />

Recuérdalo.<br />

Sin dejar de mirarnos bebemos de nuestras copas y mi sed, unida a mis nervios, me<br />

lleva a acabar rápidamente con mi bebida. Eric, al ver aquello me coge la cabeza y me besa<br />

con posesión. Me enloquece y cuando abandona mi boca murmura:<br />

—Sígueme.<br />

<strong>Lo</strong> sigo, encantada, mientras él abre camino y no permite que nadie me roce. Su<br />

protección me encanta. Es excitante. Segundos después entramos en otra sala. Ésta está<br />

menos concurrida. La música no está tan alta y la gente parece más tranquila. De nuevo,<br />

nos acercamos a la barra. Esta vez nos colocamos en una esquina y él vuelve a pedir las<br />

mismas bebidas de antes. El camarero las prepara y las deja enfrente de nosotros, y junto a<br />

ellas deposita una especie de cubitera con agua y unas servilletas de lino. Eric coge un<br />

taburete alto y me invita a sentarme. Encantada, lo hago. Mis zapatos ya comienzan a<br />

atormentar mis pies.<br />

Al sentarme, cruzo mis piernas.<br />

Me da pánico que vean que no llevo bragas. Eric me abraza. Coloca sus manos<br />

sobre mi cintura y yo se las pongo alrededor del cuello. Momento romántico. Esta vez soy<br />

yo quien acerca mi boca a la de él, saco mi lengua. Le chupo el labio superior pero, cuando<br />

voy a hacer lo mismo en su labio inferior, sube su mano de mi cintura a mi nuca y me besa<br />

de nuevo con posesión. Mete su lengua en mi boca y la asalta con auténtica pasión, lo que<br />

hace que vuelva a sentirme como si fuera de plastilina entre sus brazos.<br />

—Abre tus piernas para mí, Jud.<br />

<strong>Lo</strong> miro unos segundos y, después, lanzo una mirada a mi alrededor.<br />

Calibro que la oscuridad del lugar y la posición al final de la barra no dejarán ver<br />

que no llevo bragas, aunque abra mis piernas. Sonrío. Descruzo mis piernas y, sin dejar de<br />

mirarlo, hago lo que me pide y apoyo los tacones en la barra del taburete.<br />

Eric posa sus manos en mis rodillas y noto cómo las sube muy… muy lentamente.<br />

Acerca su boca a la mía y, sobre mis labios, siento que me dice «Me encantas». Cierro los<br />

ojos y sus manos se deslizan por la cara interna de mis muslos. Me muevo inquieta. Quiero<br />

más. Estoy nerviosa por hacer aquello en un sitio con gente, pero me excita. Él se da cuenta<br />

y pega su boca a mi oreja.<br />

—Tranquila, pequeña. Estamos en un club de intercambio de sexo y aquí todo el<br />

mundo ha venido a lo mismo.<br />

Eso me asusta.<br />

¿Un club de intercambio de sexo?<br />

Me paralizo.<br />

Horror, pavor y estupor. Eric gira mi taburete y me hace mirar a la gente que hay a<br />

nuestro alrededor. De pronto soy consciente de que, en la barra, varios hombres de distintas<br />

edades nos miran. Nos observan.<br />

—Todos ellos están deseando meter la mano bajo tu corto vestidito —susurra Eric<br />

en mi oído—. Sus gestos me demuestran que se mueren por chuparte los pezones,<br />

desnudarte y, si yo les dejo, penetrarte hasta que te corras. ¿No ves su cara? Están excitados<br />

y desean atrapar tu clítoris entre sus dientes para hacerte chillar de placer.<br />

Mi pulso se acelera.

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