Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Raquel, anoche salí de juerga y me he acostado a las siete de la mañana. Estoy<br />
destrozada.<br />
Mi hermana se prepara otro café y se sienta frente a mí.<br />
—Desde luego, la juerga ha tenido que ser apoteósica. Tu pinta lo dice todo.<br />
—<strong>Lo</strong> ha sido —murmuro, mientras cojo una aspirina. La necesito.<br />
—¿Fue con el chulazo ese con el que sales?<br />
—No.<br />
Su gesto se descompone y el mío más al pensar en Eric.<br />
A mi hermana, Azu y mis amigos no le gustan. Eso de que lleven piercings en la<br />
ceja y tatuajes le parece algo de delincuentes. Está muy equivocada, pero como ya se lo he<br />
intentado explicar muchas veces, paso de seguir con el mismo rollo. <strong>Que</strong> piense lo que le<br />
salga del mismísimo mondongo.<br />
—Cuchuuuu… no me digas que la juerga ha sido con esos amigos que tienes<br />
porque me cabreo.<br />
Me encojo de hombros y suelto:<br />
—Cabréate. Así tendrás dos oficios: cabrearte y descabrearte.<br />
—¿Y qué me dices de Eric? Así se llama, ¿verdad?<br />
—Sí.<br />
—¿Sigues con él?<br />
—No.<br />
—Pero ¿por qué?<br />
—¿Y a ti que te importa, Raquel?<br />
—Por Dios, Judith, parecía un tío que se viste por los pies. ¿Cómo lo dejas escapar?<br />
Ese comentario es de mi padre, pero, no contenta con lo que ha dicho y a pesar de<br />
que la miro con mi gesto de «¡Cállate o te callo yo de un puñetazo!», prosigue:<br />
—Desde luego, Judith, no te entiendo. Fernando, el hijo del Bicharrón bebe los<br />
vientos por ti y tú pasas de él y ahora, para otro hombre interesante, decente y con pinta de<br />
serio que se fija en ti, ¡lo pierdes!<br />
—Joder… ¡¿te quieres callar?!<br />
Mi hermana arruga el cuello. Uy, mal asunto.<br />
—Pues no. No me voy a callar. Llevo sin verte demasiados días y cuando te llamo<br />
no me coges el teléfono. Y hoy vengo a verte y te encuentro hecha una piltrafa humana por<br />
haber salido con tus amigotes. Y encima ya no estás con Eric.<br />
Resoplo. Resoplo y resoplo.<br />
Y, cuando creo que ya no tengo más aire viciado en mi cuerpo que soltar, miro a la<br />
plasta de mi hermana.<br />
—Mira, Raquel, no tengo ganas de hablar sobre Eric, ni sobre mis amigos, ni sobre<br />
Fernando, ni sobre nada. ¡Todo eso me importa una mierda! Llevo una semana de perros en<br />
el trabajo y anoche salí porque necesitaba divertirme y olvidarme de todas las cosas que me<br />
machacan la cabeza. Y ahora tú estás aquí gritándome como una posesa sin corazón, sin<br />
querer darte cuenta de que la cabeza me estalla… Y como no te calles te juro que soy capaz<br />
de hacer cualquier cosa, y no buena, precisamente.<br />
Mi hermana mueve su café, le da un trago y, tras dejarlo sobre la mesa, se le arruga<br />
la cara, pone gesto de perro pachón y se pone a llorar.<br />
¡Perfecto…! ¡<strong>Lo</strong> que me faltaba!<br />
Al final, abandono mi silla para acercarme a ella y la abrazo.<br />
—Vale… perdona, Raquel. Perdona por haberte gritado así. Pero ya sabes que no