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Pideme-Lo-Que-Quieras

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Acabadas las presentaciones, escucho la música durante un rato junto a Eric. Frida,<br />

una experta en esos años, es la que me indica si suena un boogie-woogie, un charlestón o<br />

un foxtrot. Yo en todo eso estoy pez. Soy más de rock and roll. Y, cuando llevamos varias<br />

copas, me entero de que Frida es quien ha ayudado a Maggie, la dueña de la casa, a<br />

organizar la fiesta. Según pasa la noche soy consciente de cómo los hombres se acercan a<br />

nosotros y me devoran con la mirada. Sé lo que piensan, pero estoy tranquila. Nadie,<br />

absolutamente nadie, dice nada que me pueda incomodar. Todos son muy educados.<br />

Tras varias bebidas, voy al baño junto a Frida. Nuestras vejigas van a explotar. Al<br />

llegar hay dos aseos libres y rápidamente entramos en ellos. Mientras estoy allí, la puerta<br />

del lavabo se abre y entran otras mujeres. Oigo el cotorreo de muchas de aquellas mujeres<br />

que no conozco pero, al escuchar el nombre de Eric, presto atención.<br />

—Qué alegría volver a ver a Eric, ¿verdad?<br />

—Oh sí… estoy encantada de que esté de nuevo aquí. Está guapísimo.<br />

—¿Cuánto tiempo hace que no venía a una de nuestras fiestas?<br />

—Dos años.<br />

—Realmente se le ve muy bien. Tan atractivo y sexy como siempre.<br />

—Sí… parece estar recuperado tras lo ocurrido. Pobrecillo.<br />

¿Recuperado? ¿Qué le ha pasado a Eric?<br />

Convencida de que quiero saber más, pongo la oreja pero, entonces, oigo la voz de<br />

Frida:<br />

—Chicas, ¡estáis guapísimas! ¿Dónde habéis comprado esos trajes?<br />

En seguida cambian de conversación y se centran en hablar de las compras. Salgo<br />

del baño y me uno a ellas. Frida me presenta a las mujeres y todas son encantadoras<br />

conmigo. Cuando salgo del baño, una de ellas, Marisa de la Rosa, camina a mi lado y me<br />

pregunta:<br />

—Has venido con Eric, ¿verdad?<br />

—Sí.<br />

—¿De dónde eres?<br />

—De Madrid.<br />

—¡Oh, me encanta la capital! Mi marido y yo somos de Huelva, aunque viajamos<br />

mucho a Madrid. Tenemos un pisito allí, en plena calle Princesa.<br />

Saber eso me sorprende.<br />

—Pues yo vivo en Serrano Jover.<br />

—En esa calle hay un gimnasio, ¿verdad?<br />

—¿El Holiday Gim? —La mujer hace un gesto afirmativo—. A ese gimnasio voy<br />

yo.<br />

Marisa sonríe y murmura:<br />

—El mundo es un pañuelo, chica. Mi piso está cerca y a ese gimnasio es al que<br />

vamos Mario y yo cuando estamos en Madrid.<br />

Ambas sonreímos por la coincidencia.<br />

—Pues entonces seguro que nos vemos por allí.<br />

—Segurísimo.<br />

Charlamos sobre mil cosas más, mientras observo a Eric hablar con una mujer y un<br />

hombre al fondo de la sala. Parece divertido. Su gesto está relajado y veo que sonríe.<br />

Marisa es simpática, salta de un tema a otro, y pronto me presenta a varias mujeres más.<br />

Cuando de nuevo nos quedamos solas coge dos copas de champán de una mesa y se me<br />

acerca.

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