Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl
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con facilidad para entrar poco después en tal estado de angustia<br />
y desesperación que los médicos, temiendo por su razón<br />
o su vida, aconsejaban la interrupción del embarazo. Esto<br />
ocurrió cuatro veces, hasta que finalmente, apoyándose en su<br />
tratamiento psicoanalítico, recién iniciado, pudo llevar un embarazo<br />
a término. Después del parto desmejoró rápidamente.<br />
Empezó a angustiarse, a deprimirse y a llenar la casa de paños<br />
de menstruación usados y bombachas manchadas de<br />
excrementos. Hubo de recurrir de nuevo al análisis, que había<br />
interrumpido prematuramente a causa del nacimiento de su<br />
hijo.<br />
Su síntoma de locura tenía un doble sentido. Por una<br />
parte mostraba con la exhibición de su sangre menstrual que<br />
no estaba en la situación de su madre, no estaba embarazada,<br />
y por eso no necesitaba enloquecer. Por otra parte, simulaba<br />
hasta cierto punto locura y destrucción interior, exhibiendo<br />
sangre y excrementos. Los perdía para no tener que perder,<br />
como su madre, su sexo y su razón, y era como si dijera<br />
así al mundo y al destino: "Ya sé que por mi nacimiento destruí<br />
a mi madre. Pero no me castiguen más por eso, ahora<br />
que yo también soy madre.<br />
Yo misma ya me castigué bastante, ya estoy destruida y<br />
loca, como ella".<br />
En Frida no existe la envidia contra sus hermanos menores<br />
ni el odio contra la madre embarazada. La había perdido<br />
ya al nacer. Por eso, para ella, convertirse en madre significaba<br />
perderse a sí misma, es decir, perder la razón. Su historia<br />
nos hace comprender que, a pesar de la importancia de<br />
todos los demás factores mencionados, el mayor obstáculo<br />
para la maternidad de la hija reside en dificultades de identificación<br />
con su propia madre en su papel maternal.<br />
Sin embargo, en modo alguno hemos de deducir del esquema<br />
presentado que toda mujer que haya pasado por episodios<br />
dramáticos en su infancia o sólo se haya sentido de-<br />
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fraudada en su vinculación con su madre por el nacimiento de<br />
un hermano menor, sea incapaz de ser una buena madre.<br />
Afirmar esto sería interpretar erróneamente y con excesivo<br />
pesimismo el material presentado. Aunque la primera infancia<br />
influye notablemente en el desarrollo futuro, también cuentan<br />
los años posteriores: un trato comprensivo y realmente bondadoso<br />
por parte de las personas que rodean al niño puede<br />
mitigar las consecuencias tanto de las primeras vivencias infantiles<br />
como de acontecimientos dañinos ocurridos durante<br />
la infancia. Además, el propio efecto traumático de las vivencias<br />
depende del comportamiento de los padres. Una madre<br />
que no prive de cariño y dedicación a su pequeña hija, aunque<br />
espere un nuevo hijo, no provocará los celos desesperados<br />
que suscitará otra, preocupada y amargada por un nuevo<br />
embarazo, que rechace a la niña sin darse cuenta a menudo<br />
de su actitud hostil.<br />
Hasta acontecimientos trágicos, siempre que no lleven a<br />
los padres a subordinar el bienestar de sus hijos vivos y sanos<br />
a la preocupación por un hijo enfermo o a sacrificarlos al<br />
duelo insuperable por un hijo muerto, les permitirán superar la<br />
tragedia al no tener que cargar inconscientemente con toda la<br />
responsabilidad y culpa por lo ocurrido. Pero las madres de<br />
las enfermas cuyos historiales he descrito eran sumamente<br />
neuróticas y frustradoras y no había nadie bastante fuerte en<br />
el ambiente de la niña para contrarrestar eficazmente su influencia<br />
dañina.<br />
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