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Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl

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Sin embargo, hasta ahora se subestimó el valor de la<br />

menstruación como manifestación sexual instintiva y de madurez<br />

sexual y como protección contra angustias. Unicamente<br />

Th\rése Benedek y Melanie Klein toman en cuenta este aspecto,<br />

pero insistiendo siempre mucho más en sus consecuencias<br />

negativas. Creo que nos acercaremos más a una<br />

comprensión objetiva del fenómeno menstrual en su totalidad<br />

si analizamos con detención también su efecto positivo. Expondré<br />

con este fin algún material <strong>cl</strong>ínico.<br />

Primeramente presentaré el historial de Ana. Fue ésta<br />

una niña independiente. Hija única de padres más bien despreocupados.<br />

Había frecuentado un colegio mixto, siendo<br />

muy buena estudiante. Durante sus estudios rivalizaba con<br />

éxito con sus condiscípulos masculinos. En su vida sexual se<br />

permitía toda <strong>cl</strong>ase de libertades, que por lo general, y más<br />

en su época, se concedían únicamente al hombre, argumentando<br />

que, como trabajaba tan bien como sus compañeros,<br />

tenía derecho a vivir como ellos. Sin embargo, fue frígida durante<br />

los primeros años de su vida sexual, logrando el orgasmo<br />

únicamente si se imaginaba fantasías de contenido masoquístico.<br />

El mismo carácter tenían sus fantasías de masturbación.<br />

Su fantasía predilecta era una niña que un educador<br />

severo maltrataba por delitos nimios. En su infancia no jugó<br />

con muñecas, pero le gustaban mucho los libros y jugar a la<br />

pelota. Durante casi toda la época de la latencia se entretuvo<br />

a menudo representando con su mejor amiga juegos dramáticos<br />

de contenido masoquístico.<br />

Ana desplegaba más fantasía que su amiga, y tenía toda<br />

la iniciativa. A la edad de diez años Ana se enteró por los diarios<br />

de un proceso, causa de un gran escándalo. Se acusaba<br />

a una mujer de haber maltratado y pegado a su hija delante<br />

de señores de la alta sociedad, que pagaban bien por este<br />

espectáculo. De pronto se hizo consciente en Ana que el sadismo<br />

era algo "muy malo y prohibido". A pesar de haberse<br />

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identificado conscientemente en sus juegos siempre con la<br />

víctima maltratada, reaccionó con sentimientos intensos de<br />

culpabilidad. De<strong>cl</strong>aró a su amiga, desconcertada, que no<br />

practicaría nunca más "esos juegos". Durante el veraneo del<br />

mismo año conoció a unas niñas que le explicaron, en forma<br />

algo confusa, cómo y de dónde provenían los hijos. Su madre<br />

se enteró de estas conversaciones y, reaccionando con mucho<br />

enojo, prohibió terminantemente a Ana tan mala compañía.<br />

Ana, herida por la conducta de su madre y en un intento<br />

de elaborar sus nuevos conocimientos, trató en sus fantasías<br />

de prescindir de la mujer en el proceso de la procreación. Suponía<br />

que el hijo crecía dentro de la madre por alimentarse<br />

con la sangre normalmente eliminada en la menstruación.<br />

Se imaginaba que se podría llegar a cultivar los espermatozoos<br />

como bacterias, en medio nutricio, y, regándolos<br />

con sangre, criar niños sin intervención femenina. En esa<br />

época un drama de celos había causado mucha sensación en<br />

su ciudad natal. La mujer de un famoso cantante había agredido<br />

a la querida de éste arrojándole a la cara ácido sulfúrico<br />

concentrado. Ana aprovechó este episodio como material para<br />

proseguir sus fantasías. Como ya no se necesitaba de las<br />

mujeres, se podía eliminarlas obligándolas a beber ácido sulfúrico<br />

concentrado. Ana eliminaba en sus fantasías a todas<br />

las mujeres del mundo, imaginándose con lujo de detalles<br />

cómo el líquido cáustico les quemaba la boca, el esófago y el<br />

estómago, hasta que morían miserablemente. Ana era una<br />

niña alta y bien desarrollada. Cuando tenía trece años comenzó<br />

a esperar con ansia los indicios del primer período. Se<br />

despertó cuando cumplió catorce sin haber menstruado. Temía<br />

no poder tener hijos nunca en su vida. Pedí a su madre<br />

que la llevara a consultar a un ginecólogo. Su madre intentó<br />

consolarla restando importancia al asunto. Por eso Ana la<br />

acusaba como responsable de que ella más tarde no podría<br />

tener hijos. Cuando sobrevino su primera menstruación, a la<br />

edad de catorce años y medio, su alivio fue indescriptible. Al<br />

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