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Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl

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cierne a los dolores de la desfloración y del parto. Es cierto<br />

que queda algo de temor y de dolor, objetivamente inevitables,<br />

pero este remanente no será lo bastante grande como<br />

para que la mujer deba ser masoquista para poder aceptar su<br />

femineidad. Queda el otro problema: el coito. ¿La penetración<br />

del hombre ha de ser experimentada normalmente por la mujer<br />

como acto agresivo y peligroso? Si así fuera, para poder<br />

gozarlo tendría ella que volverse masoquista.<br />

Sandor Lorand (véase Ind. Bibl.), en un artículo sobre la<br />

frigidez, sostiene que en el fondo la incapacidad orgástica de<br />

la mujer proviene de su fijación a experiencias penosas de su<br />

lactancia. Considero esta opinión como muy acertada. Durante<br />

los primeros meses de vida el ser humano forma la base<br />

para su actitud ulterior frente a las demás personas. La experiencia<br />

del coito trae de vuelta una intimidad y unión perdida<br />

mucho tiempo atrás y perteneciente a esta época. El feto dentro<br />

de la madre formaba un solo ser con ella. Esta unión,<br />

que se rompe bruscamente durante el nacimiento, es restablecida<br />

en parte por la lactancia. Si la primera relación madre-<br />

hija fue satisfactoria, si la penetración del pezón en la boca de<br />

la lactante significó una experiencia feliz para la niña, experiencia<br />

que durante el curso de su infancia no fue anulada por<br />

un cúmulo de acontecimientos penosos, de adulta no tendrá<br />

causas para vivir la penetración del pene de su amado como<br />

un acto sádico y humillante. Su vagina aceptará el esperma<br />

con tanto goce como aceptó su boca la leche de su madre.<br />

Pero justamente esta analogía de situaciones y revivencia<br />

de sentimientos y sensaciones tempranos despierta también<br />

las ansiedades experimentadas entonces. Si la niña, en<br />

sus fantasías inconscientes, atacó los pechos de la madre<br />

violentamente, sea por frustraciones o sea por envidia, temerá<br />

más tarde la penetración de un órgano que su inconsciente<br />

equipara con el pecho. Ya describí (nota pág. 60) las relaciones<br />

existentes entre envidia del pecho y envidia del pene. Si<br />

165<br />

la niña atacó intensamente, por sus celos violentos a la unión<br />

sexual de sus padres y al pene paterno, más tarde sentirá este<br />

órgano cargado con su propia hostilidad como arma peligrosa.<br />

Temerá su contraataque en la relación sexual y se defenderá<br />

contra ésta y la entrega implícita con una actitud<br />

masculina o masoquista, y si cree que sus ataques celosos a<br />

la pareja fueron exitosos, porque ve a una madre desgraciada<br />

y destruida que se queja y sufre por la sexualidad y su destino<br />

de mujer, tendrá temor de correr la misma suerte. Podrá<br />

ocurrir entonces, como describe Helene Deutsch (l.<br />

c.), que sus fantasías eróticas tengan tal carácter autodestructivo<br />

que su yo, sometido totalmente al temor por su integridad<br />

física, la llevará a evitar la vida sexual y todo su destino<br />

femenino con sus supuestos peligros.<br />

Si sus ansiedades son menos intensas buscará, cuando<br />

llegue a elegir pareja, a menudo un compañero tímido y poco<br />

potente para protegerse contra la entrega temida. Aún así, si<br />

ésta se volvió muy peligrosa, se defenderá contra ella de distintas<br />

maneras, y, a veces, con una fobia a la desfloración.<br />

Ocurre en estos casos que la mujer virgen ama a su<br />

compañero y conscientemente está dispuesta a entregarse a<br />

él. Aun siendo soltera, vence por amor sus dudas morales y<br />

el temor a la sociedad. Se decide a quedar a solas con su<br />

amante en un ambiente que permita la realización de coito sin<br />

ser molestados por nadie; va para entregarse, pero a último<br />

momento retrocede.<br />

Más adelante hablaré de una adolescente, Laura, que<br />

sufría de fobia a la desfloración. Después de haber visitado a<br />

su amado en su departamento describe en su diario, con un<br />

dramatismo propio de su edad, sus sentimientos y angustias:<br />

"Nuestro último momento juntos y después -el ultimátum- ¡sí o<br />

no! ¡tienes que decidirte! Primero fue un éxtasis maravilloso,<br />

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