Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl
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se convierte en algo sumamente doloroso y a menudo peligroso<br />
para madre e hijo. Read cita varios ejemplos en que<br />
pudo estudiar bien cómo la actitud del ambiente, tanto en el<br />
sentido de una exagerada protección de la parturienta, que<br />
correspondía en realidad a una sugestión del dolor, como de<br />
indiferencia y desamparo, intensificaba primero su temor, para<br />
provocar después dolores intensos o, por el contrario, la<br />
inhibición del trabajo de parto. Si la mujer llega al límite de su<br />
tolerancia psicológica, muy a menudo recurre a este medio.<br />
Ilustraré esto con el parto de Isabel. Ya conocemos sus<br />
dificultades durante el embarazo. Sin embargo, cuando sintió<br />
las primeras contracciones se internó muy bien dispuesta.<br />
Efectivamente, al principio todo anduvo bien. Pero después<br />
su médico, en quien depositaba mucha confianza, hubo<br />
de dejarla para atender un parto en otro sanatorio. La partera<br />
no se ocupaba de ella. Finalmente, la dejaron sola. Entonces<br />
empezó a sentir dolores insoportables, a angustiarse, a gritar<br />
y llorar. Al final estaba descontrolada y exhausta. Cuando,<br />
después de varias horas, su partero volvió, la encontró desesperada<br />
y prácticamente sin contracciones uterinas.<br />
Su ausencia y el abandono que Isabel sufrió tuvieron por<br />
resultado que un parto que se había iniciado con plena normalidad<br />
hubo de ser terminado con inyecciones para reavivar<br />
el trabajo uterino y con una intervención quirúrgica seria, desde<br />
luego efectuada bajo anestesia.<br />
Margaret Mead cuenta en "<strong>Sexo</strong> y temperamento" (l. c.)<br />
que entre los Tchambuli el parto es considerado como algo<br />
más bien fácil, siempre que se cumpla con ciertos preceptos.<br />
El marido, aunque en una habitación alejada de la parturienta,<br />
debe esperar con seriedad el nacimiento de su hijo en compañía<br />
del hechicero y de sus amigos. La parturienta está rodeada<br />
de mujeres e hincada entre las rodillas de su tía paterna.<br />
En el caso que describe Margaret Mead, el marido, un jo-<br />
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ven irresponsable, no estaba penetrado de la seriedad del<br />
momento.<br />
Su mujer, Tchubukéima, al oír la risa de su marido y sus<br />
compañeros, súbitamente interrumpió su lamento rítmico, indicio<br />
del buen progreso del parto, y se durmió profundamente.<br />
Los hombres, avisados de esta complicación, se asustaron y<br />
se quedaron serios. Tchubukéima se despertó y el parto siguió<br />
normalmente, hasta que de nuevo se pudo oír en la habitación<br />
de la parturienta la risa irresponsable de los hombres.<br />
La parturienta intensificó primeramente sus gritos, y como esto<br />
no dio ningún resultado, cayó otra vez en un profundo sopor.<br />
Esta escena se repitió continuamente, desde la mañana<br />
temprano. A mediodía los hombres estaban un poco asustados.<br />
Recurrieron a prácticas mágicas, que no dieron resultado,<br />
para apresurar de nuevo el parto. Entonces las mujeres<br />
llegaron a la con<strong>cl</strong>usión de que la casa de Tchubukéima estaba<br />
embrujada y que daría mucho mejor a luz en una casa<br />
en el otro extremo del pueblo, es decir, lo más alejado que<br />
fuera posible del marido y de su charla perjudicial. Se trasladaron<br />
allí y se volvió a encerrar a Tchubukéima, quien de<br />
nuevo se hincó entre las rodillas de la hermana de su padre.<br />
Pero ahora se agregó una nueva complicación: las mujeres<br />
también habían perdido la paciencia. Su tía charlaba alegremente<br />
con las demás. A intervalos se volvía a la furiosa muchacha<br />
arrodillada y le decía: "Ten tu niño". Nuevamente<br />
Tchubukéima se enojaba y se dormía.<br />
Sólo a las dos de la mañana, cuando el esposo, ahora<br />
genuinamente preocupado, pagó su "Kina" al representante<br />
de los espíritus satánicos, Tchubukéima se dispuso a tener su<br />
bebé. Este parto, ocurrido en un ambiente tan extraño a nosotros,<br />
sin embargo en mucho se parece a nuestros partos.<br />
Tanto la mujer Tchambuli como la europea o la americana<br />
necesitan apoyo afectivo para tener el valor de dar a luz, por-<br />
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