Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl
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Margaret Mead (2), por sus estudios antropológicos<br />
comparados de diferentes sociedades, llegó a la con<strong>cl</strong>usión<br />
de que cada una de éstas tiene sus preconceptos frente a las<br />
funciones procreativas de la mujer, preconceptos a los cuales<br />
la mayoría de ellas se adapta. En las sociedades que consideran<br />
que el embarazo debe estar acompañado de náuseas y<br />
el parto de dolores y peligros, la mayoría de las mujeres embarazadas<br />
sufre efectivamente de estados nauseosos y tiene<br />
partos difíciles, mientras que en otras sociedades que no rodean<br />
de peligros y tabús a la mujer en este estado, los embarazos<br />
y partos suelen transcurrir con facilidad y sin mayores<br />
incidentes. ?Cómo puede explicarse fenómeno aparentemente<br />
tan extraño¿ Es fácil, si tenemos presente lo dicho anteriormente<br />
sobre la identificación de la mujer con su madre en<br />
sus funciones maternales. Grantly Dick Read expone en<br />
"Childbirth without fear" (véase Ind. Bibl.), su observación de<br />
que mujeres criadas en un ambiente y por madres que describían<br />
la experiencia del parto como muy angustiosa y llena<br />
de dolor, solían tener partos difíciles, mientras que pudo<br />
comprobar en mujeres que daban a luz con facilidad el<br />
haberse educado en un ambiente de enfoque opuesto. La escuela<br />
reflexológica dedicada al parto sin dolor (véase Ind.<br />
Bibl. A.<br />
Baner) sostiene lo mismo. Lo que Margaret Mead observó<br />
en distintas sociedades ocurre, pues, también con respecto<br />
a círculos mucho más reducidos. Hay familias en las que<br />
las hijas, siguiendo los conceptos de sus madres, temen poco<br />
el embarazo y parto y, efectivamente, sufren entonces menos<br />
en este caso que en otras familias donde las niñas se educan<br />
en el temor de su feminidad por las quejas y temores que<br />
oyen expresadas a sus madres al respecto. Aunque existan<br />
estas diferencias, pertenecemos a una sociedad que, por lo<br />
general, ve en todas las funciones femeninas algo doloroso y<br />
lleno de peligros. Por eso también, por ejemplo, la primera visión<br />
que Freud tuvo de los procesos psicológicos que acom-<br />
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pañan a la menarquía fue que la niña la vive como un proceso<br />
de castración. Sin embargo, aunque la actitud de cada mujer<br />
frente a su feminidad depende hasta cierto punto de la actitud<br />
del ambiente que la rodeó en su infancia, intervienen<br />
además factores mucho más personales que condicionan su<br />
conducta ulterior. Esto nos explica por qué en la misma sociedad,<br />
y hasta en el mismo reducido círculo familiar, cada<br />
mujer desarrolla un caudal de angustia y de trastornos distinto<br />
frente al embarazo y al parto.<br />
Dije que nuestra sociedad acepta como prácticamente<br />
normales las dificultades del embarazo y del parto.<br />
Sin embargo, últimamente un número siempre creciente<br />
de investigaciones dentro y fuera del análisis comprobaron<br />
que estas dificultades son la consecuencia de conflictos psicológicos<br />
y, por eso, accesibles a medios psicoterapéuticos.<br />
Más adelante hablaré de Read y de los reflexólogos. Por<br />
el momento mencionaré solamente algunas observaciones de<br />
enfoque estrictamente psicoterapéutico: Flanders Dunbar y R.<br />
Squier (véase Ind. Bibl.) recomiendan que la mujer embarazada<br />
sea atendida no sólo por un médico obstétrico sino<br />
también por un especialista en medicina psicosomática, y<br />
demuestran la utilidad de este procedimiento con la exposición<br />
de material <strong>cl</strong>ínico.<br />
Salerno (véase Ind. Bibl.) aporta su experiencia exitosa<br />
de doble desempeño: trataba a sus pacientes simultáneamente<br />
como ginecólogo y psicoterapeuta, pudiendo lograr, p.<br />
e., que una enferma, después de haber abortado o alumbrado<br />
prematuramente doce veces, lograra llevar un embarazo a feliz<br />
término. Pude observar en el hospital que conversaciones<br />
psicoterapéuticas breves (30 minutos) una vez por semana<br />
mantenidas durante toda la duración del embarazo, bastaban<br />
para que éste transcurriera satisfactoriamente, en mujeres<br />
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