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Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl

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alumbramiento que desencadena el círculo vicioso de temor,<br />

tensión y dolor proviene de una identificación con la madre<br />

por sentimientos de culpa. Es como si ésta dijera a su hija en<br />

parto: "Tú quisiste usurpar mi lugar, robarme mis hijos. Ahora<br />

lo has logrado, pero sufrirás como yo sufrí al darte a luz o morirás<br />

como tú deseaste que yo muriera al parir a tus hermanos".<br />

El médico que la asiste, negando la necesidad del dolor,<br />

representa al padre, aliado a ella para protegerla, y a una<br />

madre buena que contrarresta las amenazas y la maldición<br />

de la madre mala interior. Esta última atemoriza a la parturienta<br />

por representaciones cruentas e infantiles del parto.<br />

Las contracciones son experimentadas como indicio de que<br />

algo horrible está pasando dentro de su cuerpo. Las explicaciones<br />

racionales del médico son como la voz de la madre<br />

buena que dice a su niño angustiado: "¡No te asustes de esta<br />

sombra! No es un fantasma. No es más que una prenda de<br />

vestir". Igualmente como la madre que dice esto a su hijito no<br />

logra curarlo del temor a los fantasmas, pero sí calmarlo por<br />

el momento, la mujer angustiada por lo incomprensible e indomable<br />

del proceso que se desarrolla dentro de ella, se calma<br />

al recibir las explicaciones tranquilizadoras del médico.<br />

Finalmente, éste le da indicaciones realmente muy útiles y<br />

acertadas con respecto a su colaboración en el parto. Indicaciones,<br />

por otra parte, que no son nuevas, que antaño toda<br />

buena partera solía dar a sus pacientes, pero que ahora se<br />

han perdido por el apuro y tono impersonal de la sala de operaciones<br />

moderan, de las inyecciones, inducciones, la anestesia<br />

y el fórceps. Estas indicaciones son útiles por varias<br />

causas. La mujer que colabora con inteligencia realmente<br />

apresura y facilita el proceso del parto. Además, cuando sigue<br />

las indicaciones de su médico y nota el alivio y progreso,<br />

se siente comprendida por él. Pero sentirse comprendida significa<br />

de nuevo sentirse perdonada. Además, al recuperar su<br />

actividad, se sobrepone la mujer a la angustia más profunda<br />

del parto, causada por la separación de su hijo, que se acerca<br />

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a través de este proceso aparentemente tan indomable e inevitable<br />

que es el parto. Mientras lo percibe en esta forma, se<br />

siente tan indefensa y desamparada como un niño.<br />

Se siente víctima de fuerzas y dolores incontrolables, y<br />

por eso, como cuando ella misma era una niñita, a mereced<br />

de sus imágenes terroríficas interiores. Identificada con su<br />

hijo, se ve arrojada a un mundo frío e indiferente. Al seguir las<br />

indicaciones del médico y convertir el parto en un trabajo difícil,<br />

pero dentro de sus capacidades, recupera la confianza en<br />

sí misma, deshace la identificación con el niño inerme, se<br />

convierte en madre activa y eficaz y ya no teme la separación<br />

del niño, porque sabrá protegerlo después como lo protege<br />

en este momento, ahorrándole un parto difícil. El dominio del<br />

proceso del parto le da así el medio de superar más fácilmente<br />

el trauma de la separación de su hijo, y de llevar a término<br />

con todas sus fuerzas, pero sin temor y castigo, es decir, sin<br />

dolor, el magno proceso del parto. Evidentemente, el procedimiento<br />

fracasa en mujeres muy neuróticas, las llamadas<br />

"nerviosas", donde la imagen de la madre mala está demasiado<br />

arraigada para poder ser modificada, aun temporariamente,<br />

por influencias exteriores favorables.<br />

Por otra parte, el intenso temor a la madre puede ser el<br />

estímulo que provoque un parto rapidísimo y por eso casi indoloro,<br />

como lo vimos en el caso de Erica.<br />

De todo lo expuesto llegamos a las siguientes con<strong>cl</strong>usiones:<br />

el embarazo y parto están acompañados de malestar,<br />

angustia y dolor por factores psicogenéticos. Si logramos<br />

educar hijas sanas que tengan un mínimo de angustia y sentimiento<br />

de culpa y que puedan aceptar gozosamente su feminidad,<br />

podemos esperar que el embarazo y el parto sean<br />

nuevamente lo que son aún en algunas sociedades o para algunas<br />

mujeres felices de nuestra sociedad: el máximo logro<br />

de sus facultades biológicas acompañado por la plena conciencia<br />

de intervenir en la más grande experiencia posible:<br />

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