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Maternidad y Sexo Estudio Psicoanalitico y - Comunitarios.cl

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pués de haberla dado el aceite de ricino se despreocupa de la<br />

niña y cierra la puerta del baño con llave, privándola así del<br />

lugar adecuado para sus necesidades. Como veremos más<br />

adelante, ella se vengó siguiendo otra vez su fantasía. Dio a<br />

luz en forma tan apurada e inadecuada, despreciando al hijo<br />

que él le había dado, como en la fantasía emitió su excremento<br />

diarreico.<br />

Por otra parte, también el feto significaba un sustituto<br />

materno para ella, pero un sustituto más angustiante todavía<br />

que su marido, porque su relación y convivencia con el feto<br />

era mucho más íntima que con aquél. En esta situación recurrió<br />

al marido de su amiga, como en su infancia intentó infructuosamente<br />

aferrarse a su padre.<br />

Erica tenía cuatro años cuando estalló la primera guerra<br />

mundial. El padre hubo de partir para el frente, abandonándola<br />

a su madre mala. Ella lo quería mucho; para su mente infantil<br />

no era la guerra la que los había separado, sino su madre,<br />

celosa tanto de él como de ella, que se interponía como<br />

obstáculo a su amor infantil por su padre. Ella debe haber<br />

pensado que si su madre no existiera, su padre no la hubiera<br />

abandonado. El marido de su amiga era, pues, un representante<br />

paterno, y el feto, la madre que la separaba de la realización<br />

completa de su amor. Finalmente, ella misma, embarazada,<br />

estaba identificada también con su madre. Ésta había<br />

estado desamparada y abandonada por su marido cuando<br />

Erica era chiquita y cuando nació su hermana, cinco años<br />

menor.<br />

Ahora Erica, al separarse de su marido, quitando el padre<br />

al hijo que iba a tener, repetía su situación familiar, castigando<br />

a la parte de su personalidad que estaba identificada<br />

con su madre y sufriendo simultáneamente el destino materno<br />

como castigo por su odio contra la madre.<br />

La situación infantil y la actual ofrecían a Erica objetos<br />

muy inadecuados para una identificación favorable a la ma-<br />

307<br />

ternidad. Su fijación a determinada gratificación sexual infantil<br />

y pregenital determinaba la forma en la cual intentó liberarse<br />

de ésta. La vi algunas veces durante su embarazo, que, excepto<br />

un estreñimiento tenaz, no le causó ninguna dificultad.<br />

Al contrario, daba la impresión de negar su estado. Vivía absolutamente<br />

como antes; hasta el sexto mes casi no se notaba<br />

su embarazo, no se ocupaba de preparar un ajuar, etc. En<br />

el sexto mes, cuando, después de haber tomado un laxante<br />

liviano para combatir su constipación, estaba tratando de defecar,<br />

empezaron de súbito contracciones uterinas. Se le<br />

prescribió reposo absoluto y la medicación adecuada. Desde<br />

entonces empezó su lucha desesperada contra un parto prematuro,<br />

lucha que sostuvo durante algunas semanas, hasta<br />

que, repentinamente, se inició el trabajo de parto con tanta<br />

vehemencia que no pudo esperar la llegada de la partera, sino<br />

que dio a luz en menos de una media hora a una criatura<br />

apenas viable. Me llamó la atención la similitud entre su fantasía<br />

de masturbación y el desarrollo del embarazo. De su<br />

aparente indiferencia frente al embarazo, que equivalía a una<br />

negación de su estado, se deduce su duda de poder llevarlo a<br />

feliz término. Intentó, inconscientemente, salvar a su hijo, defendiéndole<br />

a través de un estreñimiento tenaz contra la repetición<br />

de su actitud infantil, que correspondía en la actualidad<br />

a un aborto. Ya vimos antes que, para su inconsciente, su<br />

marido, al dejarla embarazada, le había dado aceite de ricino.<br />

Sin embargo, mientras se estaba tratando conmigo su transferencia<br />

positiva con una figura maternal tolerante contrarrestaba<br />

esta idea del embarazo, más aún porque se sentía autorizada<br />

por mí a la maternidad. Pero una vez a solas con el<br />

marido empezó a angustiarse. Buscó refugio en el amante.<br />

Pero a la larga su angustia y rechazo del embarazo iba creciendo.<br />

A medida que aumentaba, más se acercaba a su fantasía<br />

infantil, hasta que, a consecuencia de haber tomado un<br />

laxante (y aquí vuelve la fantasía del aceite de ricino sin disfraz)<br />

estuvo a punto de tener un parto prematuro.<br />

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