R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

Introducción
No nos dimos cuenta de que cuando empezaron a utilizarse los antiparásitos,
para eliminar la cochinilla y el pulgón, empezó además la decadencia
de la naturaleza. Recuerdo que el DDT casi acaba con la alpispa, que comía
lombrices envenenadas por los pesticidas. Me pregunto si merece la pena
este enorme sacrificio en aras de una mal llamada prosperidad, y si no, miremos
retrospectivamente que es hoy de la naturaleza canaria, desplazada,
quebrada y rota por tantos abusos insensatos que parecen no tener fin.
La juventud futura no va a tener un espacio para plantar una flor, salvo en
alguna maceta perdida en la vanalidad de una terraza artificial.
Pero estas reflexiones nos sacan del camino del ayer para plantarnos en
el desalentador mañana. Es el ayer placentero el que nos llama a arrebato, y
nos demanda fluidez de pensamiento y expresión clara, en un recuerdo sin
sombras. Aquellas ya vendrán solas con el devenir de los años.
En esa posición de “cuerpo a tierra”, permanecíamos horas mirando una
y otra vez el campo, la ciudad y sus gentes. Muchas veces en silencio, con el
pensamiento depositado allí donde nos llamaba la atención, quedándonos
absortos en nuestras evocaciones, y cuando nuestros ojos se encontraban,
sabíamos lo que cada uno meditaba.
¡Mira!, oí decir a ella, mira hacia Visvique, ese que va en la moto, en el
trasportín, es Fernando, el hijo de don Manuel Medina, el del almacén de
plátanos. Los Medina eran cosecheros de plátanos y, como buen administrador,
don Manuel vivía junto a su propio almacén con toda su familia.
Fernando era el hijo menor y, con sus hermanos, eran unos enamorados de
las motos. En tiempos en los que había pocos carruajes, todos conocíamos
las motos de los Medina. Unas “Norton” relucientes con muchos niquelados
que ellos incrementaban con sus propios gustos. Fernando, que era de
nuestra edad, estudió Medicina y se especializó en nariz, garganta y oído, especialidad
conocida con el rimbombante nombre de Otorrinolaringología.
Se estableció en Las Palmas de Gran Canaria y fue un afamado especialista.
No está ya entre nosotros pero sí con nosotros y este encuentro en el
relato, es fiel confluencia de su presencia.
En Arucas había otros almacenes de plátanos. Eran lugares a los que los
agricultores llevaban la fruta en camionetas, muchas de ellas amarradas con
verguillas, así eran de cochambrosas. También había unos carros enormes
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