R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes
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152<br />
Tenerife<br />
Rescatando la memoria<br />
al atardecer.<br />
De pronto, detrás de mí<br />
“mmmmmhhhhhhh”. El corazón<br />
se me heló, no me<br />
atrevía a darme la vuelta.<br />
“Mmmmmhhhhhh”… Las<br />
piernas no me sostenían y la<br />
vista se me nubló, hasta que<br />
noté que alguien me sujetaba<br />
con fuerza el brazo. ¡Era la<br />
boba! La boba del pueblo, que<br />
no hablaba…, que sólo emitía<br />
ese ruido. ¿Cómo no la reconocí?<br />
Gracias Dios mío, ya no<br />
estaré sola esta noche…<br />
Mi casa, la huerta, la cesta<br />
de pan, las vecinas que te vigilan<br />
por si das un mal paso…<br />
El bucio…, la caracola hueca<br />
que suena al amanecer<br />
anunciando que a la mujer de<br />
Julián, el de la lechería se le ha visto con el compadre Antonio. O el día que<br />
sonó porque la hija del herrero se fugó con el novio, que el padre no lo quería<br />
y estuvo tres días sin aparecer y cuando volvió el herrero quería marcarla con<br />
el hierro al rojo vivo, que se lo tuvieron que esconder.<br />
Para mí también sonó el bucio. Con el dinero del municipio, volvió la carretera<br />
y él volvió al pueblo. A mi casa, a la huerta, ya no tendrás que salir con<br />
la cesta de pan a la cabeza por esos caminos, ya nos casaremos… tengo que<br />
reunir dinero. Yo feliz, no me importaba el bucio, ni la mirada de reojo de las<br />
vecinas. Ya cantaba, ya bailaba y cuidaba de mi hombre…<br />
No me atrevía a decírselo, pero estaba casi segura. Tenía diecisiete años y<br />
dos faltas, pero dicen que no siempre cuaja. Esa mañana no me encontraba<br />
bien, me costó levantarme y hacerle el desayuno. Tenía náuseas y un mal presagio.<br />
Se fue a la carretera y ya no lo volví a ver. La veía a ella, en la puerta de