R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes
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Una foto en Marruecos<br />
De lo que allí pasó realmente, de la cantidad de veces que hubo de disparar<br />
y de otros horrores aún más crudos que contempló; José nunca se los contó<br />
a su familia. Quiso que conociesen lo absurda que fue la Guerra Civil, pero sus<br />
ojos decían que callaba muchas más desgracias, dolores y sufrimientos a los<br />
que no sabía poner nombre.<br />
Podría hablaros sobre un niño pequeño que había quedado huérfano y se<br />
había hecho compañero inseparable del capitán de la compañía, o quizás de<br />
cómo José se ganó la confianza de sus superiores y construyó un puesto de<br />
mando con troncos, rocas y cascotes, haciendo un auténtico bunker que resistió<br />
el ataque de los republicanos. Otros hallarían más romántico el hecho de<br />
que José acarreó durante muchos meses, de norte a sur de la península, una<br />
máquina de coser Singer, para regalársela a Rosa a su vuelta. Quizás os conmueva<br />
más que su hijo nació sano y que no lo conocería hasta casi tener tres<br />
años de edad. Pero la vida de una persona y, mucho menos una experiencia<br />
como la que él tuvo que vivir, puede quedar reflejada en el papel.<br />
Tras la victoria en la Batalla del Ebro del Frente Nacional, el batallón de José<br />
se dirigió a Toledo. El cerco sobre Madrid se cerraba y la artillería bombardearía<br />
sin descanso los alrededores hasta conseguir su rendición. Allí, al llegar a<br />
Toledo, se produjo un reencuentro casi imposible. Sus cuñados Paco y Juan estaban<br />
allí. Los tres se fundieron en un cálido abrazo. ¿Qué probabilidades había<br />
de que tres familiares se encontrasen casualmente en los campos de Castilla?<br />
Sin embargo, no todo eran buenas noticias. Su cuñado Paco había quedado<br />
sordo de un oído al explotar un obús a su lado.<br />
El batallón de artillería comenzó su andanada sobre una colina. El mando<br />
creía que había un reducto republicano a sus faldas. Cuando cesó el bombardeo,<br />
ascendieron los soldados, José entre ellos, fusil en mano, dispuestos a un<br />
último enfrentamiento, pero cuando lograron tomar aquella posición, se dieron<br />
cuenta de que allí ya no quedaba nadie. Se habían marchado todos.<br />
Pronto llegó la noticia que todos ansiaban,<br />
–¡Se acabó! ¡Se acabó la guerra! –gritaba un soldado al resto del batallón.<br />
Así fue.<br />
Familias enteras que habían sido divididas por aquel conflicto, se reunieron<br />
nuevamente. Algunos con más suerte, otros quedaron allí.<br />
Tras el fin oficial de la guerra, José fue enviado a Galicia, a Piedrahita, para<br />
Gran Canaria<br />
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