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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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62<br />

Gran Canaria<br />

Rescatando la memoria<br />

tancia; sabes exactamente dónde los guardas, te encanta ponértelos en casa<br />

cuando hace un poquito de frío; te hacen sentir muy cómodo, arropadito, y<br />

por supuesto no los quieres tirar —por mucho que tu mujer te lo diga—.<br />

Ocurre igual con los recuerdos de joven. Sabes que los tienes, te hacen sentir<br />

bien, recurres a ellos para arroparte en el frío de la soledad o de los años, y<br />

aunque no recuerdas tal vez exactamente cuándo pasaron, te invitan a crear<br />

ese ambiente acogedor y cómodo que sólo se consigue con los tuyos, con<br />

los buenos amigos y con la gente que te aprecia, que te quiere escuchar.<br />

Los flashes de memoria que me vienen de aquellos años y que tienen<br />

relación con aquel Corpus me traen al recuerdo fundamentalmente dos<br />

cosas: la epidemia de gripe que asoló España por esos años; y la llegada del<br />

Hermano Algi a La Salle.<br />

Explico lo del Hermano Algi, antes de que se me acuse seriamente de<br />

padecer un Alzheimer galopante. Todos recordamos, al menos los cuatro<br />

amigos de la santa cena, su verdadero nombre, por supuesto que sí. Pero<br />

pienso que a veces, cuando cuentas las cosas, o bien para no herir sensibilidades,<br />

para evitar dimes o diretes innecesarios de quienes no piensan como tú,<br />

para sortear los nombres que todos conocemos en un pueblo pequeño, o<br />

simplemente para crear cierto misterio cuando se escribe, prefieres ir desvelando<br />

secretos poco a poco. Y eso sí, sólo los secretos que haga falta revelar.<br />

El Hermano Algi era principalmente nuestro profesor de Álgebra —y tal vez<br />

con esto desvelo ya un pequeño misterio. Nos daba también el catecismo,<br />

era nuestro tutor, el mentor de nuestro curso de Primaria, y sobre todo un<br />

hombre de talante.<br />

Un pequeño inciso. Cuando tuve a mi hijo mayor por primera vez en mis<br />

brazos, recé a Dios y le dije: “Haz que sea un hombre bueno”. No pensé<br />

en pedir a Dios que llegara a tener una buena posición, una carrera, o esas<br />

cosas que se piensan cuando quieres lo mejor para quien más quieres. No.<br />

Pensé, como pienso hoy, que estamos en este mundo para ser “hombres<br />

buenos”, “gente buena”. Que es, me parece a mí, algo más, un poquito más,<br />

que ser “buena gente”. Y todo eso lo aprendí en las clases de álgebra. Sí. No<br />

me preguntes cómo, pero el Hermano Algi supo hacer bien las cuentas en<br />

este sentido. Y no digo que no cometiera errores de cálculo con algunos de<br />

nosotros en clase, con algunas prácticas de premio y castigo. Pero echando

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