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22 Introducción Tres largos meses transcurrieron hasta entonces, de sofocos, inseguridades y un aprobadillo desilusionante para mis padres, que esperaban de mí algo más. La realidad es que tampoco yo estaba muy orgulloso de mi conducta estudiantil, y es que mi cabeza andaba siempre maquinando quimeras. La tarde era espléndida y apropiada para una despedida al iniciarse un nuevo verano de playa en Bañaderos, en la zona de Quintanilla. Aún no nos dejaban ir a los Charcones, y a mi madre le apetecía más ver el mar de cerca y sentirse dentro de su inmensidad. Pasaba horas extasiada ensimismada en sus pensamientos, que debían ser profundos, sumida en un éxtasis que iluminaba su rostro en una felicidad trascendente. Íbamos en el coche de Antonio Medina a quien llamaban “el mamón”, palabra que no guardaba relación con su concepto gramatical más puro, y sí con sus ansias de acaparar todo el pasaje que podía y el que no podía. Con nosotros iban otras familias, entre ellas la madre de Vicente, mi amigo, doña Teresa Granados que era fuerte y robusta y ocupaba el asiento trasero junto a mi madre; después todos los demás, hasta catorce. La realidad es que no sé como cabíamos, a pesar de que el coche era largo y contaba con trasportines. Antonio siempre andaba ojeando por si la policía estaba por aquellos lares, pero o esta lo sabía o él tenía suerte; la realidad es que nunca nos detuvieron en la carretera ni a la ida ni al regreso, en el que Antonio, ante el cúmulo de viajeros, solía traer además algunos galletones de pie en el estribo, dos a cada lado. Nunca hubo un solo accidente porque iba tan despacio que los del pescante se bajaban con el coche en marcha sin el menor problema. Cualquier corredor de fondo hubiese llegado antes que nosotros. Llegábamos un poco “arrugados” entre los larguísimos baños y las apreturas, pero con la felicidad más profunda en el rostro. Anímate, le decía a ella, y verás qué bien nos pasamos el verano, pero me contestaba con tristeza: ya sabes que a mis padres no les gusta la playa, prefieren el campo y como siempre nos iremos a Fontanales. ¡Cuántos recuerdos! ¡Si no necesito seleccionarlos!, fluyen como el agua que en invierno baja barranco abajo, hacia el mar inmenso, que abrazados en las dos aguas avanzan hacia la infinidad de los tiempos.
Introducción Prometiendo volver a aquel lugar, paradisíaco para nosotros, bajamos de Riquiánez sumidos en nuestros pensamientos. Hasta entonces, me dijo, hasta siempre le contesté. Hoy este hasta siempre es presente. Julio Caubín Hernández Presidente de la Fundación Canaria MAPFRE GUANARTEME 23
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