R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

Mi abuela me cuenta
taban ni un momento la idea de regresar
a Gran Canaria.
Transcurrieron los años, con la hacienda
familiar: cultivaban la tierra (frutos
tropicales, hasta ahora desconocidos, productos
de huerta y otros), los cuales llevaban
hasta el mercado local para su venta,
además del cuidado de los animales y su
comercialización.
Hacia 1916, una desgracia azota la
tranquilidad familiar: el esposo Juan Alemán
fallece de un ataque al corazón con
tan sólo cuarenta y dos años, cuando su
primogénita Josefa contaba con diez años
y su hijo más pequeño con dos meses.
Tras esta nueva situación y con el vuelco que le ha dado la vida, Antonia,
desesperada, decide volver a Gran Canaria. Roto el sueño de regresar con
fortuna, vuelve viuda, sola y con cinco hijos, deshaciendo el camino que había
iniciado con su esposo en la travesía de vuelta.
De regreso a casa le esperaba sacar una familia adelante, además del cuidado
de sus padres, ya mayores.
Esta situación es la que la lleva a pensar que igual podría cultivar productos
traídos de Cuba, como las semillas del desconocido rábano. Y así lo
hizo, comenzando a cultivar, comercializar y distribuir el tubérculo, por el sur y
centro de Gran Canaria, lo que le hacía tratar con terratenientes agricultores
y comerciantes, cosa que no se concebía en la sociedad de la época por su
condición de mujer (corría el primer cuarto del siglo XX).
Para llevar a cabo la comercialización del rábano era necesario un trabajoso
procedimiento: al finalizar el invierno, recolectaba manojos de rábanos para
la venta y uso familiar, mientras que el resto esperaban la llegada de la época
estival.
En verano, una vez que los rábanos habían crecido, ya secos, los recolectaba
y almacenaba, majando las bellotas con mucho cuidado para no machacar el
grano.
Gran Canaria
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