R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes
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Introducción<br />
piedra necesaria, para que el azul-gris fuese idéntico al utilizado en la fase<br />
primera, y así quedó de hermosa la cuarta torre. El Sr. Caubín Ponce murió<br />
unos días antes de que remataran la cruz, la finalización de la obra. Con<br />
seguridad fue él quien la puso.<br />
En el altozano de allí arriba, en Riquiánez, el aire nos quitaba a veces la<br />
capacidad de contemplar y teníamos que refugiarnos en alguna de las trincheras<br />
de Manuel que, afortunadamente, estaban construidas de espaldas<br />
al interior, porque de lo contrario los cazadores hubieran recibido la visita<br />
de los bardinos, que se acercaban y ladraban hasta que, cansados, se iban<br />
a otras faenas.<br />
Allí se iniciaba el rito, casi sagrado, de leer el diario que ella, muy disciplinada,<br />
llevaba. Claro que lo leía sin dejarme siquiera echarle una mirada,<br />
y rememoraba cada uno de los días con nuestras observaciones, por eso<br />
tengo tan buena memoria y los recuerdos muy presentes siempre, porque,<br />
meticulosos, fueron agrupados por días y escritos en un diario que “Ella”<br />
debe aún guardar.<br />
Habíamos quedado en Visvique y comentado sobre uno de sus personajes<br />
más significativos del entorno, en el que las casas, modestas pero<br />
hermosas, viajaban a lo largo de la carretera hacia la Villa Mariana. Todas<br />
eran habitadas por familias agrícolas que trabajaban en el almacén de don<br />
Manuel, o en las fincas que por allí cerca habían, buscando la proximidad<br />
a la vivienda porque no había automóviles casi, más que el “coche de<br />
hora”- ¡maldito amarillo que nunca venía a su hora, porque había pinchado<br />
una rueda y no había cámara de repuesto! Tenían que colocar un<br />
parche (un trozo de otra cámara vieja que se limpiaba rascándola con<br />
una lima y se hacía lo mismo con los bordes de la cámara pinchada. Se<br />
untaba de un pegamento, casi siempre caucho líquido, y se pegaba el<br />
parche al que se soplaba para que se secase más rápidamente);y así su<br />
horario era tan imprevisible como la vida renqueante del coche, con un<br />
motor que había muerto años atrás, pero que el ingenioso milagro del<br />
mecánico habían hecho revivir, rellenando los huecos del pistón de hierro<br />
fulgente y volviendo a abrirlos para colocar nuevos pistones, llamados<br />
“sobremedida”, y aquello milagrosamente volvía a funcionar, para tirar de<br />
una caja llena de asientos en dura madera sobre unos muelles infernales,<br />
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