R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes
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Cómo rumian las jairas<br />
Las peras saben a gloria bajo el sol de justicia y su jugo exquisito es bien<br />
recibido por nuestro paladar.<br />
Trato de atrapar algunos detalles en el maremagno de recuerdos:<br />
Para estas excursiones cogíamos los coches de hora en el Camino Nuevo,<br />
aunque ocasiones hacíamos el recorrido empezando a caminar desde nuestras<br />
casas. En este caso, la excursión comenzaba en los tanques de barro, justo al<br />
final de la calle Pedro Infinito. Los estanques estaban allí para regar plataneras<br />
y tomateros pues, esa zona, era ya en campo abierto; luego la recta de los Tarahales<br />
y la carretera al cruce con el cementerio. En este punto un arco para<br />
sostener la acequia que pasa por arriba de la carretera me hace pensar en yo<br />
que sé de arquitectura extraña.<br />
Desde aquí tirábamos hacia el Dragonal por Almatriche o hacia Tamaraceite.<br />
En este último caso encontrábamos, al poquito, la curva con el atajo para<br />
ahorrar camino. Al llegar a la iglesia un árbol gigantesco con sus enormes ramas<br />
me desconcertaba, pues no sabía si nos daba la bienvenida o nos cortaba el<br />
paso. Todo esto sólo con la luz de la luna y de las estrellas sobre nuestras cabezas.<br />
Luego pasábamos por el viejo túnel de Tenoya, al clarear la mañana.<br />
Cuando íbamos por el Dragonal, este bello barranco donde hoy tenemos<br />
el Jardín Canario me hacía pensar en posesiones de ranchos y animales como<br />
los de las películas de cowboys; subíamos entonces a Tafira Baja a coger la carretera<br />
del Centro, y por ésta, paso a paso, a los pueblos de las medianías. Caminar<br />
con el sol ya calentando iba siendo cada vez más agotador, pero nuestras<br />
ansias nos lo hacían pasar con facilidad y no faltaba entonces la bota con vino<br />
abocado, tintorro mezclado con vino dulce, que era de lo más apetecible; la subíamos<br />
por encima de nuestras cabezas y, empinándola, bebíamos del chorro<br />
que caía en nuestro gaznate y resbalaba hasta mancharnos la camisa del color<br />
ocre del vino. Mientras, intentábamos escuchar el trino de los pájaros, o verlos<br />
entre el ramaje de los grandes árboles de la carretera; a veces llevábamos tirachinas<br />
pero nunca acertamos a ningún pajarillo que yo sepa.<br />
Siguen los recuerdos:<br />
Los componentes del Club no viajábamos a lo loco. Teníamos, justo a la<br />
entrada del Gobierno Civil, en la Plaza de la Feria, un mapa de la isla en relieve<br />
que era nuestro auxiliar de camino; a él acudíamos para saber que dificultades<br />
debíamos salvar, cuántos barrancos nos esperaban y que pueblos íbamos a<br />
Gran Canaria<br />
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