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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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78<br />

Gran Canaria<br />

Rescatando la memoria<br />

bastante lejos de casa y había que acarrearla con cacharros. En estos cacharros<br />

venía el petróleo y el aceite que se vendía en las tiendas, así que para conseguirlos<br />

había que pedirlos al tendero. Cuando se le vaciaban los guardaba<br />

hasta que pasara por allí para dármelos. Lo primero que tenía que hacer con el<br />

cacharro era lavarlo bien hasta que no saliera grasa ni olor; a este proceso se<br />

le llamaba “endulzar”, una vez quedaba bien limpio ya estaba listo para acarrear<br />

el agua, que por cierto, si la echaban tres veces al día, había que ir tres veces<br />

a buscarla.<br />

Con una toalla vieja o un trapo hacía una rodillera para poner en la cabeza<br />

y estabilizar un poco la carga. Si el cacharro estaba picado, de viejo o por un<br />

golpe, había que usar el jabón para tapar las grietas (a grandes males, grandes<br />

remedios).<br />

Con el cacharro, la rodillera y el jabón me iba a la fuente y cuando había<br />

cogido el agua tenía que esperar que pasara alguien para que me ayudara a<br />

cargar a la cabeza. Tenía que llenarlo de agua hasta el tope porque, luego, con<br />

el movimiento al caminar, se zarandeaba y se salía.<br />

Ya con mi cacharro en la cabeza, amortiguado por la rodillera y el trozo de<br />

jabón puesto en la grieta y otro en las manos por si se deshacía el que le había<br />

puesto, emprendía la vuelta a casa. Muchas veces tuve que reponer el dichoso<br />

jabón en la grieta, me las tenía que ingeniar como el mejor de los equilibristas,<br />

porque a ver quien se descargaba aquel pesado e inestable cacharro de la<br />

cabeza sin ayuda.<br />

El camino había que andarlo ligerita por la ilusión de quitarte aquella tortura<br />

de encima y porque la mayor parte del trayecto la hacía enchumbada de la<br />

cabeza a los pies. Recuerdo que hasta me alegraba cuando tocaba el agua en<br />

la cantonera del Lomito porque estaba cerquita de mi casa. O mejor dicho, de<br />

la casa de mi tía, en El Lomito de Trasmontaña, que era donde yo vivía.<br />

Un recorrido odioso era del Guincho al Lomito, pero el peor, el más lejos,<br />

el que hacía desde la fuente de Cardones, en el barranco, hasta mi casa, por el<br />

camino del Carril.<br />

-¡Cielo!, de nuevo mi mente se ha ido de viaje por el tiempo. ¿Quieres un<br />

Cola-cao calentito?<br />

-Sí abuela, me da pena que hayas trabajado tanto.<br />

-Bueno, mi niño, a mí me alegra que todo sea diferente, que tú tengas la

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