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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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94<br />

Gran Canaria<br />

Rescatando la memoria<br />

garina, pimentón por gramos, vino por litros, aceitunas por kilo y arenques<br />

secos por unidad. Expuestos en barricas de madera, impregnaban el ambiente<br />

contribuyendo en gran manera, a ese peculiar olor que caracterizaba a los<br />

ultramarinos.<br />

En el mostrador tenían su asiento una balanza y una especie de manubrios<br />

con cuyo manejo se medía el aceite y el petróleo, trasladando estos desde el<br />

sótano, donde solían instalar los depósitos, hasta el recipiente que había que<br />

llenar.<br />

Como era habitual, en todas estas tiendas había un rollizo gato que solía<br />

dormitar cerca de la fresquera, donde se guardaba el queso y cerca también<br />

de donde los hombres se echaban el pisco antes del almuerzo.<br />

Entre un par de bombillos que alumbraban de noche el recinto, colgaban<br />

de una barra de hierro que atravesaba la habitación un trozo de tocino, chorizos<br />

y morcillas de la tierra, un manojo de tollos, una ristra de ajos y algún que<br />

otro salchichón protegidos por un tul.<br />

A un lado y a otro, escoltando la mercancía, colgaban tiras de papel de<br />

pegar, último invento en cuestión de insecticida para prevenir que los volátiles<br />

insectos se acercaran a tan apetitoso reclamo.<br />

Así, al aire libre, sin neveras, plásticos o envases al vacío y aunque parezca<br />

mentira, nadie moría intoxicado, a pesar de que el producto no se conservara<br />

a determinada temperatura.<br />

Claro que los únicos electrodomésticos conocidos por la mayoría de los<br />

mortales que habitaban este lugar del planeta eran la radio y unas pequeñas<br />

planchas que empezaban a suplantar a las pesadas de hierro o carbón.<br />

La otra puerta de entrada llevaba a la cantina, que atendía ayudada por su<br />

marido los domingos y fiestas de guardar, cuando la prohibición del Gobierno<br />

impedía que se abriera la de los víveres.<br />

Cuatro o cinco mesas con encimera de mármol, la nube del Habano o<br />

del Krüger sobrevolando el ambiente, una buena partida de dominó y, entre<br />

copa y copa, algún delicioso enyesque para acompañar al coñac y al vino o la<br />

cerveza. Aunque para los hombres, clientela mayoritaria de estos locales, el<br />

ron Arehucas, por supuesto, era la estrella de las bebidas.<br />

Los rones se servían en vasos de culo de botella. La raya roja, a un tamaño determinado<br />

del fondo, indicaba la medida del normal y otra más alta la del doble.

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