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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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El sueño azul<br />

Puede que Candelaria tuviera razón. Porque los lugares, los paisajes han<br />

experimentado transformaciones que no los han beneficiado en absoluto.<br />

Me levanto perezosamente de la mecedora de mimbre y me dispongo a<br />

preparar nuestro desayuno. En el cuarto de estar se encuentra Candelaria,<br />

encogida en el sofá y llorando amargamente (¿la ví llorar alguna vez?).<br />

-Abuela, ¿qué tienes? ¿Estás enferma?<br />

-No, no –continúa sollozando.<br />

-Vamos, cuéntamelo. ¿Qué te pasa?<br />

Se limpia los ojos y me mira.<br />

-Mar, ya no amo las palabras. Me ha atrapado ese nuevo lenguaje de los<br />

móviles. Ya no puedo construir frases.<br />

-Venga, ya, abuela. Son circunstancias. En los teléfonos hay poco espacio y<br />

hay que acortar el texto. Como dices tú que hacían los notarios, que al tener<br />

que escribir todo a mano empleaban abreviaturas muy difíciles de descifrar<br />

y que por eso resulta laborioso comprender los legajos antiguos. No llores<br />

por eso. Es una moda que pasará.<br />

-No pasará. Yo ya he sido influenciada por esa moda. Mira la nota que te<br />

he escrito –y continúa llorando.<br />

Tomo un papel arrugado y veo unos signos gráficos que no se parecen en<br />

nada a aquella letra sesgada, de trazos fuertes que a mí tanto me gustaba:<br />

“Wapa, perdonam x no acert el keso k tanto t gusta”.<br />

No podía suponer que su desaliño, sus silencios, obedecieran a esta preocupación<br />

por haber caído ella en la trampa de utilizar un lenguaje simple<br />

e incorrecto olvidando su anterior vocabulario fiel a la normativa y rico en<br />

palabras.<br />

-Estás perdonada, abuela. No te preocupes volverás a amar el idioma.<br />

Venga, no te preocupes. ¿Te parece que saquemos la jarrita del suero y luego<br />

vayamos a comprar el cuajo?<br />

Se resiste. Pero yo tengo que aliviar esa tristeza. Desterrar esa melancolía.<br />

Consolarla. Ella lo hizo conmigo en mis suspensos, en mis amores, en mis<br />

problemas laborales.<br />

-¿Recuerdas cuando me explicabas que el nombre antiguo del calostro<br />

de la leche de cabra se llamaba beleté? -hablo muy animosa-. Y los trajes<br />

“tamarcos”.<br />

Gran Canaria<br />

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