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156<br />

Gran Canaria<br />

Rescatando la memoria<br />

para que Antonia cultive su amor por la lectura y la poesía; a pesar de que se<br />

ve obligada a abandonar la escuela con apenas siete años.<br />

La mala situación de la época, la sequía que por esos años azotaba la isla, el<br />

aislamiento insular y las circunstancias sociales, hicieron que necesitaran de la<br />

joven Antonia para ayudar en la economía familiar.<br />

Hacía ya tiempo que su padre, José Alemán, cansado de ser un humilde<br />

arrendatario cuyos recursos eran cada vez más insuficientes, emigró a Cuba<br />

con la intención de poder hacer algo de fortuna, como aquellos indianos que<br />

regresaban vestidos de blanco a los puertos canarios…Nada más allá de la<br />

realidad, hizo que José regresara con el capital suficiente para poder comprar<br />

algunos terrenos.<br />

Antonia comienza trabajando de costurera, además de ayudar a sus padres,<br />

cuando conoce a su marido, Juan Alemán, con el que se casaría en 1905. Una<br />

vez que se casa comienza a construir una pequeña casita en el mismo lugar<br />

que la vio nacer y junto a sus padres.<br />

En 1906 da a luz a su primera hija, Josefa, madre de mi abuela Anita. Seguían<br />

corriendo tiempos muy difíciles para la familia, por lo que Antonia opta por<br />

seguir los consejos de su padre, José, el cual, a su pesar, ve a su primogénita<br />

seguir sus mismos pasos y resignado la ve marchar.<br />

Los siguientes tres meses de sus vidas transcurren en un lamentable barco,<br />

cuyo pasaje les supuso casi cuarenta días de trabajo. Con incertidumbre y<br />

esperanza anhelaban el momento de llegar a la tierra de la fortuna, la esperada<br />

Cuba, como narraban muchos de los que ya habían retornado, corría por<br />

entonces la primera década del siglo XX.<br />

Una vez allí, arriendan una hacienda en Jaiwei Grande, provincia de Matanza.<br />

Mi abuela me cuenta que allí transcurre felizmente la infancia de su madre, la<br />

pequeña Josefa, que paseaban a caballo por la hacienda y, que, al atardecer era<br />

el momento ideal para dedicar a la lectura, afición que nunca olvidó.<br />

El devenir de los años parecía ir a favor del joven matrimonio que, optimista,<br />

afrontaba su nueva etapa en tierra extranjera. En los años siguientes nacen<br />

cuatro hijos más: Antonia, Ana, Juan y Pedro Daniel.<br />

Eran buenos momentos, tenían un hogar, una familia y buena situación económica,<br />

permitiéndose, por ello, ayudar a su familia en Canarias, que siempre<br />

permanecía en sus corazones. A pesar de todo ello, Juan y Antonia no descar-

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