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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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María<br />

kilómetros en 1878. No supe de él.<br />

Padre no me miraba. Padre ya no madrugaba, sólo yo, con la cesta de pan<br />

a la cabeza, iba y venía por los caminos, a veces llorando, a veces cantando, a<br />

veces bailando. María, ¿qué haces? ¿Estás loca? Las del pueblo hablan…. María,<br />

hija, no tengo fuerzas, esta casa y la huerta es lo único que te dejo…<br />

Tu padre ya no está, ahora hay que coger fundamento, me dice la tía Petra.<br />

Para ella es fácil, está soltera, es vieja, vive en esa casa tan grande, con tantas<br />

cosas. Los señores no vienen sino un par de veces al año y ella coge lo que<br />

puede de lo que le dan los medianeros para la casa grande. Yo tengo que seguir,<br />

con la cesta de pan a la cabeza…<br />

La tía Petra es muy religiosa, va a la iglesia todos los días, habla con el cura<br />

y critica a las mujeres livianas. A menudo me dice: “Ahh.. put…”, no acaba la<br />

palabra y me señala al escote, acusadoramente. Como va tanto a la iglesia los<br />

santos la protegen, como aquel día, que estando en Misa, sintió un pálpito, San<br />

Miguel le avisó que estaban robando en la casa grande. Salió despavorida y<br />

cuando llegó a la casa estaba todo revuelto, pero no se habían llevado nada,<br />

porque los señores allí nunca dejaban dinero y a ella, en realidad, no le pagaban,<br />

que ya bastante agradecida estaba con que la dejaran vivir allí.<br />

Ahora que padre se ha ido para siempre, al atardecer voy a la casa grande,<br />

la tía está muy vieja, tose mucho por las noches, hace mucho frío y ella no<br />

quiere encender la chimenea de los señores. Qué lentos pasan los días, las<br />

noches, y yo sin olvidar…Ha llegado de nuevo la fiesta del pueblo. María, canta,<br />

no, claro, que estás de luto. Un día de éstos le diré a Antonio que me lleve en<br />

el carro hasta su pueblo, son 50 Km. Pero la tía está muy enferma…, y yo no<br />

tengo valor.<br />

Las mujeres del pueblo vinieron a decirle adiós a la tía Petra. La lavaron,<br />

le pusieron el camisón nuevo, que no había estrenado y encendieron cuatro<br />

velas en las esquinas del catre. Algunas lloraban y decían “Qué buena era, no<br />

se le conoció un desliz…” Tú deberías tomar ejemplo… Pero una a una, se<br />

iban marchando, “adiós, hija, tengo que hacer la cena”. Otra: “María, me voy,<br />

pero le diré a Juana que venga a acompañarte”. Pero me quedé sola, la tía<br />

Petra, muerta en su habitación, yo en la cocina, haciéndome un agüita de salvia<br />

y espantando los recuerdos de aquellos cuentos de benditas ánimas del<br />

purgatorio, espíritus y aparecidos que habían contado tantas veces, en corro,<br />

Tenerife<br />

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