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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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Como un sello en tu corazón<br />

Arucas con la gripe española del 18. Pero esta vez no sacrificaría a la historia<br />

o a la memoria, sino a nuestras familias de carne y hueso. Esa gripe robó la<br />

sonrisa de muchas de nuestras familias. Robó la sonrisa de mi hermano pequeño.<br />

Y a los amigos de la santa cena les robó también, a cada uno de ellos,<br />

un poco de su sangre. Hoy estamos casi familiarizados con la evaluación de<br />

riesgos que nuestros centros de salud pública estiman para la próxima pandemia<br />

de gripe. Pero estamos hablando de hace cincuenta años, y la situación<br />

entonces fue bien distinta. Nos cogió por sorpresa. Al menos en los pueblos.<br />

En las familias que luchaban por despuntar de los sacrificios de la posguerra.<br />

Y así, en medio, de esa rota sonrisa, en la mayoría de nuestras familias..., llegó<br />

la mañana de Corpus.<br />

Unos días antes, cuando le enseñamos el esquema de la alfombra al hermano,<br />

ganamos su aprobación y la concesión generosa de algunos vales. Pero<br />

nada nos había preparado para el momento de la verdad. El día de Corpus<br />

era por fin el momento de ver lo que habíamos sido capaces de hacer<br />

juntos, capaces de crear con un poco de esfuerzo, con un poco de imaginación,<br />

y con mucho, mucho amor. Para nosotros, aruquenses, la algarabía de<br />

la mañana de Corpus es fácil de imaginar. Exactamente las mismas ganas, el<br />

mismo jaleo, la misma alegría exterior que vivimos todos los años, pero esa<br />

vez con un matiz especial. Éramos un grupo unido, niños aún, aprendiendo<br />

a ser hombres. Niños que habíamos compartido un sueño, y hombres que<br />

habíamos aprendido a luchar por él. Niños que sabíamos jugar juntos, y ya<br />

hombres que sabíamos reír. Niños que nos habíamos asomado juntos a un<br />

mundo prometedor, y ya hombres con la voluntad de formar parte de él.<br />

Niños que habíamos aprendido juntos a llorar por el dolor propio y el dolor<br />

ajeno, y a la vez hombres que ya habíamos aprendido a rezar. Creo que esa<br />

fue la mejor alfombra.<br />

La otra, la alfombra de flores, la alfombra de ramas multicolores y sal,<br />

ésa también llamó la atención de todos. Creo que fue una de las primeras<br />

alfombras con un poco de diseño en la historia de Arucas —y perdón por<br />

quedarme corto otra vez con imprecisiones históricas. La alfombra que diseñamos<br />

era un dibujo del mundo con una enorme sonrisa, de hemisferio a<br />

hemisferio, a los pies de un altar. Era el eco de aquella frase que el Hermano<br />

nos repetía sobre la caridad, más generosa y alegre que la justicia, capaz de<br />

Gran Canaria<br />

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