R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes
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Trayectoria de una profesión<br />
ocasión para reunirse las familias. En ellas se alternaba el trabajo con chistes,<br />
bromas y tertulias. Estas reuniones se terminaban con una simpática fiesta.<br />
Los jóvenes danzaban al compás de los acordes de los timples, bandurrias y<br />
guitarras; de algunas gargantas surgían isas y folías; tomaban ron los hombres<br />
y las mujeres saboreaban algunas copitas de anís o de guindilla; los adultos<br />
organizaban reñidas partidas de zanga, tute o embite.<br />
Aquellas reuniones me enriquecían; me enseñaban la idiosincrasia del pueblo:<br />
sus vocablos populares y autóctonos. Yo me identificaba con las jóvenes<br />
que saboreaban las delicias del amor con la presencia de sus respectivos amados;<br />
era conocedora, por sus confidencias, de sus secretillos sentimentales. Me<br />
era fácil convivir con aquella gente sencilla que me trataba con tanta deferencia,<br />
que me quería y me obsequiaba con los frutos de sus cosechas.<br />
Muchas noches recibía en mi casa a las ancianas del lugar que me relataban<br />
historietas de brujas cargadas de misterio e ingenuidad. Tenían creencias<br />
propias de grupos de población aislada y de poca cultura. Algunas eran santiguadoras<br />
y curaban con rezos, invocando sobre todo, a San Pedro, San Juan<br />
y San Antonio. Tendían al paciente sobre la cama, haciéndole sobre el pecho<br />
varias cruces y presionándoles el ombligo.<br />
Las curanderas curaban con plantas y hierbas: hojas de nogal como tónico,<br />
el llantén para infecciones y flemones, eucalipto blanco para el catarro, pasote<br />
para dolores de estómago, la vinagrera para pulmonías, etc.<br />
Cuando había pasado dos años en La Culata, me casé con el maestro de<br />
un barrio vecino llamado Risco Blanco. Empezamos a pedir traslado a otras<br />
escuelas mejor situadas. Tuve varios destinos hasta llegar al Monte Lentiscal, en<br />
Santa Brígida, edénico lugar donde se alzan preciosos chalets ocupados por<br />
gente de holgada posición.<br />
No estaba mi escuela en el núcleo principal de población; pertenecía al<br />
caserío que se había formado en una vaguada llamada Fuente de los Berros,<br />
en una desviación de la carretera general que conduce a la Caldera de Bandama.<br />
Las llanuras y laderas colindantes estaban cubiertas de viñedos, por lo<br />
cual en la época de la vendimia me acercaba con los alumnos al escenario de<br />
las vendimiadoras para lograr varias lecciones ocasionales. También les llevaba<br />
al barranquillo más bello del entorno. En el centro del patio de una vieja casa<br />
se alzaba el lagar, con su poza de piedra siempre reseca y la prensa alzada en<br />
Gran Canaria<br />
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