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Semana Santa aruquense (1950-1970)<br />
EL DOMINGO DE RAMOS<br />
Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, es la típica procesión<br />
de los niños, es el enronquecer de las gargantas infantiles y el calmar sus inquietudes<br />
bulliciosas, para ponerse a tono con la severidad litúrgica de la Semana<br />
Mayor. Es éste un día muy festivo, más alegre dentro de la liturgia de esa semana,<br />
pues recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. La procesión de los<br />
Palmitos iba teniendo cada año mayor solemnidad y alargando su recorrido. Al<br />
principio, la procesión recorría solo la Plaza de San Juan. Tomaba parte en ella un<br />
pequeño número de niños y personas piadosas, a quienes la parroquia regalaba<br />
los palmitos o ramos de olivo con este fin. Más tarde, comenzaron los niños<br />
de la Doctrina (hoy Catequesis), escuelas y colegios, a traer los palmitos caprichosamente<br />
arreglados para tomar parte en el concurso y ganar los premios<br />
asignados a los dos mejores ramos.<br />
Y cuando se hizo insuficiente el precioso marco de la Plaza de San Juan para<br />
contener a tanto niño que acudía a la procesión, se fue alargando escalonadamente<br />
el recorrido. Un día, inesperadamente, la chiquillería infantil rebosó por la<br />
calle de la Cerera llegando hasta la Acequia Alta, en medio de la expectación y<br />
regocijo de los vecinos que veían, por primera vez, una procesión en sus calles.<br />
Hasta el año 1950, la procesión no llevaba imagen, como ocurría en los siglos<br />
primeros de la iglesia, cuando sólo el sacerdote la presidía.<br />
Precisamente el 2 de abril de 1950, Domingo de Ramos, salió por primera<br />
vez en procesión la imagen popularmente conocida como “El Señor de la Burrita”,<br />
bendecida el 12 de febrero de dicho año y donada a la Parroquia por una<br />
devota que quiso permanecer en el anonimato, aunque se dijo siempre que fue<br />
obra de doña Delfina Ponce.<br />
La procesión del Señor de la Burrita con su paseo majestuoso y festivo entre<br />
voladores, ramos y flores, con alfombras y banderas por toda la calle Cerera,<br />
dispuesta cada año a ser la calle principal de Jerusalén, es inolvidable. Todos sus<br />
vecinos, desde la noche anterior, vivían un ajetreo para preparar el recorrido<br />
con sus hermosas y bien trabajadas alfombras y los niños, el día de la procesión,<br />
deseábamos llegar a la confeccionada por los empleados de la Fábrica La Isleña,<br />
por el agradable olor a cacao que desprendía.<br />
A las nueve y media, después de la Misa del Niño, comenzaba la bendición<br />
de las palmas y olivos. Palmitos y olivos que agitábamos fuertemente sobre<br />
Gran Canaria<br />
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