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86<br />

Gran Canaria<br />

Rescatando la memoria<br />

encontrar. Así cuando habíamos decidido ir por Tamaraceite, al llegar al cruce<br />

de las carreteras a Teror y a Arucas ya teníamos claro si girar a izquierda o<br />

derecha.<br />

Un día recibimos la invitación de una amiga para ir a una casa, allá por San<br />

Felipe, en la costa de Bañaderos, así que nos fuimos carretera adelante y tiramos<br />

a la derecha hacia Arucas; esta ciudad emporio de riqueza, con su bella<br />

iglesia a medio construir en medio del mar de plataneras, nos abría la puerta<br />

hacia el siguiente pueblo al que llegamos caminando por encima de una acequia.<br />

Firgas adormecida nos invitó con un pequeño timbeque, a su entrada, a<br />

tomar un refrigerio; no podía faltar un poquito de ron –mejor de ron miel- con<br />

los altramuces y con una tapita de ricas vueltas. Luego llegamos a Moya, su<br />

iglesia se asoma al impresionante barranco que debíamos cruzar; bajamos por<br />

la carretera en pendiente a la izquierda de la iglesia hasta dar con un paso no<br />

muy pronunciado que nos sirviera de atajo.<br />

Preguntábamos: ¿Falta mucho para llegar a…? “No, está ahí l’antrito mis niños,<br />

no falta mucho” Y el camino se nos hacía más insoportable porque nunca<br />

llegábamos.<br />

Después de dejar atrás la iglesia de Moya y cruzar el barranco seguimos<br />

carretera adelante por los pagos que íbamos encontrando hasta llegar a un<br />

punto desde el que se nos ofrecía, como tierra de promisión, lo que íbamos<br />

buscando. Una alfombra de plataneras se ofrecía en el llano en todo lo que<br />

podíamos abarcar con la vista; al fondo el mar azul y las olas blancas produciendo<br />

un encaje por toda la costa. En un punto allá abajo una estrecha carretera<br />

y una casa blanca, en medio del verdor de las plantas, que suponíamos de los<br />

mayordomos adonde teníamos que llegar; así era y en ella fuimos recibidos<br />

con amabilidad y cariño, y luego, en coche de hora, de vuelta a casa.<br />

Pasan los años y seguimos tirando “pal monte”, como las cabras.<br />

De San Mateo a Teror la carretera da vueltas y vueltas y se hace interminable<br />

a pesar de los atajos; éstos nos hacen bajar por un lado del barranco y<br />

subir por la ladera de enfrente y nosotros, con poca experiencia, hacíamos las<br />

caminatas en verano cuando el calor de la isla no es cosa de broma; al término<br />

de una cuesta una casa engalanada de flores, enredaderas, calas y geranios nos<br />

da la bienvenida. “Buenos días, señora. ¿Nos da un poco de agua? Sí mis niños,<br />

la que quieran. ¿Hace calor, eh?” Y tanto que lo hace; descansamos un poco

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