R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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Introducción
en un laboratorio lleno de frascos con los productos que más usualmente
recetaban. Este lugar espacioso servía, además, para la tertulia y para jugar
al ajedrez o al dominó. En este caso nunca vi juegos y sí alguna tertulia,
especialmente con su primo Bernardino Matos, que era toda simpatía y
amabilidad, permanecía soltero y parecía que no se casaría, pero lo hizo con
un alma lúcida y limpia, María Teresa Suárez. También Rafael Barbosa, que iba
por igual camino, casó con Micaela Hernández Ramos, y la farmacia hoy es
de su hijo José. Existían en Arucas otras dos: la de don Antonio Codorniú
en plena plaza del Ayuntamiento, junto al desaparecido parque de “Los Vagos”,
y la de don Andrés Megías, calle de León y Castillo adelante, cerca de
la Heredad de Arucas y Firgas. La única que perdura con el mismo nombre
es la de Barbosa, aunque situada en otro lugar.
Estas cosas pensaba mientras contemplaba desde la loma la parte sur
de la ciudad, junto a la del este y el oeste. La parte norte quedaba oculta
por la iglesia, de la que resaltaban en el atardecer, con un cielo naranja y
rosado por el ocaso del sol, las tres torres y el muñón de la cuarta torre
sin terminar. Un mismo pensamiento de osadía nos vino a los dos, si no la
construyen ellos pronto la haremos nosotros cuando seamos mayores, y
cruzándonos los dedos en señal de promesa, sonreímos convencidos de
que lo haríamos. Gracias a Dios que se nos adelantaron, porque no sé si
hubiese quedado en una promesa incumplida.
Unos años después conocimos que se había constituído una Junta de
“reconstrucción del templo parroquial”, que presidida por don Julio Caubín
Ponce, entonces Consejero del Cabildo Insular de Gran Canaria, integrada
entre otros por don Rafael Barbosa y don Bruno Pérez Auyanet (del que
debo decir constituye una pieza clave en el engranaje de mi vida profesional,
y a quien admiro por su discreción y saber estar en todas las circunstancias
adversas o favorables, con una actitud de ánimo ejemplar. Desafortunadamente
La Caja de Ahorros lo vio y no lo dejó “escapar”. En esos momentos
empezaron algunos males profesionales para mí que tuve que sufrir para
superarlos y de verdad que no fueron fáciles, porque ésta, mi memoria, me
los repite muchas veces a pesar de estar vencidos y más que superados).
En este proyecto, como en otros muchos, fue fundamental la participación
de don José Ponce Blanco, propietario de la cantera que debía aportar la