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El encanto de las viejas tiendas<br />

De ahí a jugar a “tienditas” y a estar segura de lo que quería ser de mayor<br />

solo hubo un paso. Seria tendera o comerciante, que las dos formas admite el<br />

diccionario. Aunque, con el debido respeto por la opinión de los demás, me<br />

sigue pareciendo más adecuada al modo de hablar del canario, el vocablo que<br />

usábamos entonces para definir a estos profesionales: tendero.<br />

Imaginaba mi lugar de trabajo cuando fuera mayor como una merceríaperfumería<br />

que había al otro lado de la calle en que vivíamos. Por eso soñaba<br />

con un rótulo en letras rojas como el que veía desde mi ventana, donde junto<br />

a mi nombre figurara aquel eslogan que tanto me gustaba “MODAS Y NO-<br />

VEDADES”. Tendría una caja registradora con un timbre que sonara al abrirse,<br />

vendería colonia a granel y el tieso metro de madera me serviría para calcular<br />

la medida de elásticos, piquillos, cintillos, encajes y telas.<br />

Colocaría en las estanterías un montón de cajas repletas de botones de<br />

pasta y carey. Carretillas y ovillos en todos los colores, de bordar, tricotar y<br />

para lo que parecía ser el pasatiempo favorito de muchas madres que, ayudadas<br />

de una especie de huevo de madera, pasaban tardes enteras zurciendo<br />

calcetines. Con ágiles manos, lo mismo que la dueña de aquel establecimiento,<br />

sentada en una mecedora, tejería mañanitas y pañoletas.<br />

Cruzaba con frecuencia la calle a contemplar su escaparate, pegando la nariz<br />

al cristal, hasta que el vaho del aliento difuminaba la gran variedad de cosas<br />

expuestas en su interior. Imperdibles, pañales, sonajeros, cuentas de colores,<br />

refajos, carmín, abanicos, jaboncillos, talcos, fijador.<br />

Me pregunto quien querría comprar hoy, ya metidos en el siglo veintiuno:<br />

velos, misales, medias de cristal, guantes, toquillas o clarines para los lutos. Esclavinas,<br />

pañuelos de cabeza y las mantillas que llevaban nuestras abuelas en<br />

aquellos años. Los tirantes sombreros y fajines que usaban sus maridos o los<br />

ropones, peleles, fajitas y chambritas con las que vestían a los recién nacidos.<br />

Parece que fue ayer cuando esos artículos eran imprescindibles en la vestimenta<br />

habitual.<br />

Hoy solo son recuerdos de los que llevamos más de medio siglo andando<br />

por este mundo.<br />

Cuando rememoro mi infancia, me parece percibir el perfume a lavanda, a<br />

lilas y rosas, que se vendía en aquel lugar de acristalado mostrador.<br />

Como todas las tiendas que conocí en el pasado, regentadas por muje-<br />

Gran Canaria<br />

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