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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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236<br />

Gran Canaria<br />

Rescatando la memoria<br />

hecho con tanta seriedad. Nunca antes, con tanta nostalgia. Pero como con ella<br />

nunca llegas a grandes grados de sentimiento, enseguida cambió el rumbo y se<br />

fue por donde ella quería. Solo me permitió un poquito de intromisión. Estaba<br />

claro que ese mundo le pertenecía a ella y a nadie más, y así iba a seguir siendo.<br />

Yo no pretendía cambiar nada.<br />

- Tu padre venía a verme casi todos los fines de semana hasta que emigró al<br />

Aiún, donde tú tenías destinado nacer. Era muy guapo y elegante. Recuerdo que mi<br />

madre me decía: “¡Corre para la plaza que ya llegó el caballero presumido!”. Yo me<br />

vestía con mis mejores galas… Siempre tapando las miserias con mucha dignidad.<br />

Una tarde, estando sentada con él en el muro de la esquina, yo movía los pies<br />

adelante y atrás con mucho desparpajo cuando se me salió una bota. El calcetín<br />

estaba hecho piscos. El color rojo que subió a mis mejillas me quemaba el alma; y<br />

la ira, no sé contra quién, salía disparada de mis ojos. A punto estuve de agarrar la<br />

bota y salir corriendo a esconderme con mi desdicha. Ya en el borde de los llantos<br />

que suceden tras el bochorno, y fruto de la impotencia contra el mundo, se resolvió el<br />

episodio. Antonio se levantó, recogió la bota y, mientras me la calzaba, dijo: “¿Sabes lo<br />

mejor de tener los calcetines rotos?, que si caminas sin zapatos ya no se te pueden<br />

estropear más.” Las risas ocuparon el resto de la historia y él ocupó, para siempre,<br />

el resto de mi corazón.<br />

Sofía tenía un hermano muy especial. Pepe Juan era un ser distinto al resto.<br />

Un cuerpo de hombre y un alma pura de niño. Fue el primero de los vástagos<br />

de Rosarito y fue el primero, también, en abandonar este mundo. Era un mago<br />

del tiempo: decía haber jugado a las cartas con gente que había muerto antes<br />

de su nacimiento. Y tal vez jugara. O tal vez esté jugando ahora… A Pepe Juan<br />

le daban ataques de epilepsia.<br />

- Una vez vino tu padre a verme. Acababa de llegar del Aiún y hacía más de dos<br />

meses que no nos veíamos. Estaba lloviendo y mi padre accedió, por primera vez y<br />

gracias a la bendita lluvia, a que entrara a pasar la tarde en casa. ¡Fíjate tú, cuando<br />

éramos novios desde hacía más de un año! Mi madre y mi padre se fueron a la<br />

tienda, y los chiquillos habían desaparecido de la casa. ¡Cosas de mi pobre madre!<br />

Pero…Pepe Juan se sentó en el salón desde que vio allí a Antonio y no se movió en<br />

toda la tarde. Antonio me miraba de reojo por ver qué era todo aquello. Y yo no sabía<br />

cómo mandar a Pepito Juan a la calle. En estos pensamientos andábamos cuando<br />

Pepe Juan dijo: “Pues me voy a ir yendo, a ver si mi madre me da un buchito de café”.

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