R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes
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Tenerife<br />
Rescatando la memoria<br />
los utensilios de antes, que ahora hemos reemplazado por otros objetos que<br />
nos hacen trabajar menos, hasta cómo se sentían las personas.<br />
Abuela: ahora, después de leer tu carta, comprendo que a veces eches en<br />
falta vivir en tu barrio natal o haber perdido amigos con los que compartiste<br />
tantas horas y anécdotas de tu infancia. También a lo largo de mi vida he ido<br />
aprendiendo mucho de ti y he podido saber cómo era la vida en aquel entonces.<br />
Quizá puedes pensar que a los niños de hoy en día sólo nos gusta jugar a la<br />
Play-Station, ver la televisión, manejar los móviles, estar delante del ordenador<br />
jugando o chateando e incluso no gustarnos los estudios y pasar del colegio<br />
o instituto. Es cierto que muchas de estas cosas forman parte de nuestra vida<br />
cotidiana, pero también, a la mayoría de los niños y jóvenes de hoy en día,<br />
aunque a veces no lo parezca, nos gusta salir con nuestras pandillas de amigos,<br />
jugar en la calle y muchas otras cosas más que se realizaban también en<br />
aquellos tiempos. Esas épocas que, gracias a familiares o conocidos de épocas<br />
anteriores, como los abuelos o los padres, hemos podido conocer, de forma<br />
que por historias como las que tú has compartido conmigo me doy cuenta de<br />
que en realidad los niños de ayer y de hoy seguimos teniendo muchas cosas<br />
en común.<br />
También te puedo contar que hoy en día, gracias a talleres de calado o de<br />
juegos tradicionales, se incentiva a los jóvenes y no tan jóvenes para que aprendan<br />
algunas de esas interesantes tradiciones, y esto ayuda a que no se pierdan.<br />
¿Por qué no lo intentas con los calados? ¡Nunca es tarde! Seguro que tu vista<br />
está mejor de lo que crees, abuela.<br />
Me ha sorprendido muchísimo lo que me has contado del cabrero que llevaba<br />
los rebaños por las calles. Se podría decir que hoy en día, en vez de cabras,<br />
lo que pasan por las calles son rebaños de coches. Yo, al vivir la mayor parte de<br />
mi vida en la ciudad, me gustaría que alguna vez pasáramos una temporada en<br />
el campo. Mira si es tener mala suerte, que el verano pasado iba a ir a un campamento<br />
rural aquí, en Tenerife, pero por desgracia, al provocarse un desafortunado<br />
incendio, lo suspendieron y no pude ir. ¡Me quedó un gran desconsuelo!<br />
Y es que siento la necesidad de ir al campo. No sé si te acuerdas de la primera<br />
vez que vi las ciruelas colgando de un árbol y te pregunté asombrado:<br />
- “Pero ¿las ciruelas salen de ahí? ¡Yo creía que salían del supermercado!”.