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R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

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El encanto de las viejas tiendas<br />

Los mostradores apenas si existen y los que quedan son altos e incómodos,<br />

en los que no podemos apoyar los brazos y descansar mientras espera<br />

que le atiendan.<br />

Antes, amablemente, el vendedor colocaba con esmero en el bolso la<br />

compra, que él mismo cargaba hasta el mostrador. Hoy, llegamos directamente<br />

al producto, a cambio de andar kilómetros tirando de un carro que<br />

parece resistirse a llevar su carga, tropezando a cada paso, con un tremendo<br />

sobreesfuerzo, volvemos a vaciar la carga sobre la cinta transportadora de<br />

caja, después de aguardar el turno en una cola a veces interminable, poco<br />

menos que empujados por las prisas del que viene detrás. Vuelta a cargar el<br />

carro y a tirar de él hasta que, sudorosos y resoplando, después de un trabajo<br />

tan agotador, llegamos al aparcamiento.<br />

Nada queda del susodicho rincón reservado a la copita que se echaban<br />

los hombres antes del almuerzo.<br />

Nos cargamos poco a poco el Planeta consumiendo plásticos y papel sin<br />

control, porque a nadie se le ocurre llevar la talega, el cacharro o el envase a<br />

la compra.<br />

Envuelto en una hoja de ñamera te llevabas a casa un trozo de mantequilla<br />

o queso de flor que sabia mejor que olía. Hoy todo sabe igual. Los productos<br />

se guardan mucho tiempo en cámaras donde, a fuerza de frío, se vuelven<br />

insípidos.<br />

El tendero, cogiendo el lápiz que llevaba en la oreja, en el mismo papel<br />

vaso que utilizaba para envolver el producto, una y otra vez, revisaba la cuenta<br />

para estar seguro y después de interrogante, se dirigía al cliente y le preguntaba<br />

¿se lo apunto, o paga ahora?<br />

Y el otro, sacando la libreta contestaba: apunte aquí y ya le pagaré otro<br />

día.<br />

Se acabó el que el vendedor se dirija al comprador para preguntar si algo<br />

se le olvidaba o para interesarse por su familia o sus problemas, por graves<br />

que estos sean.<br />

No puedes comprar un producto si te faltan cinco céntimos para completar<br />

el precio; cuando el de la tienda de al lado, hubiera dicho:<br />

- “Lléveselo cristiano, ya me lo pagará mañana”.<br />

Porque, para el comerciante de la esquina éramos el vecino, el conocido,<br />

Gran Canaria<br />

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