R LA MEMORIA 8 2008.indd - Adipymes

Mis bailes, mis canciones, mis amores...,mi vida
(Puerto decimos por aquí), donde nos encontraríamos. La noche pasó como
un suspiro: bailamos, cantamos, hablamos. . . Y no paré de reírme con sus cuentos
de soldadito. Decidimos entonces que la única forma de vernos sin esperar
al siguiente baile sería a través de la cancela de la casa que mi abuela Carmela
tenía en Los Estancos.
Lo primero que hice a la mañana siguiente nada más levantarme, fue correr
hacia el patio en el que había dejado la palangana con el pliego de papel para
comprobar si se había desenrollado mostrándome así que Paco me abría su
corazón. ¡Estaba completamente desenrollado!
Así fueron pasando los días, las semanas, los meses e iniciamos una preciosa
rutina de escribirnos casi a diario interminables cartas de amor. Cuando
no podíamos vernos nos hacíamos llegar las cartas a través de Sebastián, un
asalariado de mi padre que le ayudaba en las gavias y con el que Paco había
entablado cierta amistad.
También los domingos Lola y su pretendiente en aquel momento, Dominguito,
ahora su marido, Paco y yo íbamos juntos a misa, no porque realmente
Fuerteventura
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