PERSPECTIVAS - International Bureau of Education - Unesco
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computadora y el silbido constante de las máquinas de fax. Aún recuerdo la época en que en<br />
los muros de las casas estaba pintada una silueta oscura, debajo de la cual figuraban las<br />
palabras “¡Silencio, los muros tienen oídos!” He experimentado el arte del diálogo silencioso<br />
y sin palabras en los países del antiguo bloque de Europa Oriental, para escapar a los oídos de<br />
los servicios secretos. No quisiera defender el lenguaje de esclavo al que todos llegamos a<br />
acostumbrarnos y más o menos hemos dominado, pero mi vida ha abarcado el periodo<br />
transcurrido entre su imperio y la ola de conversaciones ociosas, la propensión generalizada<br />
en nuestra sociedad a transformar en públicos los asuntos privados. El alto nivel de ruido en<br />
los vagones sin compartimentos de los trenes expreso interurbanos es mi permanente<br />
compañero de viaje. En esos coches suenan constantemente los teléfonos inalámbricos –<br />
incluso donde no están autorizados– pues la gente de negocios que viaja ha transferido el<br />
número de teléfono de su <strong>of</strong>icina a su “móvil”. Estoy por ende obligado a escuchar el alboroto<br />
de los agentes de seguros, las discusiones comerciales ineludiblemente sonoras, el chasquido<br />
de las computadoras portátiles. Alemania es un país basado en los servicios: la <strong>of</strong>icina es<br />
móvil, omnipresente y, a medida que el tren avanza aceleradamente, las <strong>of</strong>icinas de perfectos<br />
desconocidos me van asfixiando como una inmensa manta de la cual no hay huida posible.<br />
Nuestra experiencia diaria de la velocidad, las conversaciones vacuas y la actividad es<br />
una expresión del “ciclo mágico de la inversión y las aguas del olvido” que caracteriza a<br />
nuestro planeta globalizado. Durs Grünbein, autor de letras de canciones nacido en Dresde en<br />
1962, lo describió en marzo de 1998 utilizando como modelo la ciudad de Los Ángeles.<br />
Consideraba que el crecimiento incontrolado del territorio de esa ciudad era “una<br />
representación del tipo de amnesia que barre todo el planeta al final del siglo”. Muy poco es<br />
lo que sobrevive durante más de cinco años al ciclo mágico de la inversión y la eliminación.<br />
“La historia tiene cinco años de antigüedad”, dicen en California, experiencia que también se<br />
puede resumir con la trillada expresión más reciente: “Quienquiera lea los periódicos de ayer<br />
es un historiador”. Esta “Venecia del Pacífico” artificial (en el territorio en rápida expansión<br />
de Los Ángeles), descrita por Hugo Loetscher en Herbst in der Großen Orange, no es desde<br />
luego mi metrópoli. Mi Venecia corresponde más al original italiano en que cada piedra está<br />
impregnada de historia y tiene algo que contar, donde las aguas del olvido relatan lo que<br />
sucedió en los Palazzi, en los canales, en las calles tranquilas y las animadas plazas durante<br />
los 1.400 años transcurridos desde la fundación de la ciudad.<br />
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