compendio

DE ZA HISTORIA UNIVERSA!. IO£
Vían á la carga quando los Romanos se in­
corporaban con los suyos. De este modo se
hallaban los infelices asaltados, y sin poder de­
fenderse. Ni aun sabian donde estaba el ma­
yor peligro; porque los caballos de los Par­
tos levantaban un polvo espeso favorable á sus
repentinas irrupciones.
Pereció desde luego la flor del exército
romano con Craso el joven , que mandaba baxo
las órdenes de su padre ; y los Partos le pre­
sentaron en la punta de una pica la cabeza
sangrienta de su hijo. Se consternaron los Ro­
manos con este espectáculo; y el infeliz pa­
dre , conteniendo sü dolor , iba recorriendo las
filas, y diciendo : A mí solo, soldados, á mí solo
pertenece el luto: si vosotros permanecéis in­
trépidos , Roma es invencible; pero no se oían
sus palabras con los gritos de los infelices sol­
dados , enagenados con una especie de rabia,
que por no poder defenderse daban aullidos
de desesperación. Si los oficíales los exhorta­
ban á avanzar para salir del horrible riesgo,
mostraban las manos clavadas a sus propios es­
cudos , y los pies cosidos con la tierra por las
flechas enemigas. Por algún tiempo esperaron
que al fin se acabaría aquel nublado fatal;
pero advirtieron, penetrados de dolor, que á