compendio

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todos los que en los países vecinos se veian
perseguidos de sus acreedores o de la justi­
cia. Es verdad que no eran vecinos de esti­
mación ; pero al fin hacían número, y se au­
mentaron tanto los hombres que no tenían
proporción con el de las mugeres. Para pro­
veer á este inconveniente publicó el Rey una
fiesta solemne convidando á las ciudades ve­
cinas. La curiosidad llevó á verla las hijas con
sus madres. Llegada la hora del espectáculo
y dada la señal, se entró la juventud roma­
na por todas partes entre aquella desarma­
da multitud de forasteros, y les quitaron las
hijas en número de mas de seiscientas: se
llevó cada uno á su casa la que le habia to­
cado ; pero sin atentar á su honor , como
expresamente lo habia mandado Rómulo; y
aun parece que á las doncellas se las dio
tiempo para sosegarse , y á los jóvenes para
ir ganándolas el corazón. Después se hicie­
ron los matrimonios con todas las ceremonias
religiosas.
En este negocio se dieron por agravia*
das quatro naciones. Era el comandante de
tres el Rey de una de ellas llamado Acron.
Fueron derechamente á Roma para vengar la
injuria. Salió Rómulo delante de las doñee-