compendio

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en la milicia, creyendo que no podían de-
xarlas hasta obtener la licencia. Los patricios,
mal instruidos, ó demasiado confiados, creye­
ron que los soldados no habiéndolos despedi­
do el Dictador después de la guerra de los
Sabinos en la forma ordinaria, no se nega­
rían á continuar el servicio baxo los Cónsu­
les , y que el medio de que no pensasen en
la abolición de las deudas seria el de una
nueva guerra. Mandaron pues á los Gene­
rales que llevasen cada uno su exército : el
uno contra los Equos: el otro contra el res­
to de los Sabinos, que todavía alborotaba.
Los soldados, conociendo el artificio, salieron
de Roma con la rabia en el corazón: y medi­
tando un arbitrio para faltar á la obediencia
sin faltar al juramento : resolvieron abando­
nar á sus oficiales, quitarles las banderas, y
llevárselas consigo. Tomado este partido, se
retiraron gobernados por un plebeyo , llama­
do Beluto, á una legua de Roma, sobre un
monte, que se llamó después monte sagrado.
Apenas se supo esta retirada en Roma,
quando el pueblo salió precipitadamente en
tropel fuera de las puertas para juntarse con
los soldados, á pesar de los esfuerzos de los
patricios para detenerle; y así enviaron á pre-