compendio

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á ser contagioso, los hizo encerrar todos en
un templo, y quitarles la vida.
Con tan fúnebres auspicios llegó á Cartago
, de donde habia salido á la edad de
nueve años, y habia ya treinta y tres que
no la veia. Intrigas de familia, facciones del
Senado , pretensiones y tumultos en la plaza
pública, todo era nuevo para él. Se hacia
la guerra sin consideración con todos sus
horrores, robos, muertes, incendios; y siempre
los Cartagineses llevaban lo peor. Es verdad
que Anibal volvía con tropas, y las mandaba
; pero también Escipion recibia refuerzos
, y era su comandante. Entre dos Generales
que se estimaban se establecieron ciertas
atenciones, cuyo fruto fue una conferencia
que Anibal pidió á pesar de la oposición
del populacho de la ciudad. Avanzan Anibal
y Escipion por entre los dos campos, colocados
en la llanura de Zama casi al pie
de las murallas de Cartago : dexan su escolta,
y se acercan el uno al otro : nunca se
habian visto, pero muy bien se conocian.
Anibal miró como sorprehendido á Escipion.
Este General romano estaba entonces en la
flor de su edad, y sus facciones regulares,
y aun hermosas, se hacian mas recomenda-