compendio

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las echaron en el Tiber, en donde se for­
mó una isla» Colatino , cuya compasión era
tal vez mirada por Bruto como reprehen­
sión de su dureza , desagradó al imperioso
Cónsul, el qual declaró que no le era po­
sible tenerle por colega; y amenazando re­
tirarse , hizo que el pueblo le depusiese, y
eligiese en su lugar á Valerio. Esta sangrien­
ta tragedia se acabó con un rasgo diestro de
política. Se publicó una amnistía ó perdón
general para todos los que habian seguido
la fortuna de los tiranos , con ral que vol­
viesen en el tiempo señalado. Esta prudente
precaución quitó al Rey grande número de
soldados y amigos, y restituyó á Roma mu­
chos ciudadanos distinguidos.
La desgracia de los Tarquínos, aunque
bien merecida , les grangeó la compasión. Se
armaron los Beyentanos, y se presentaron en
batalla á los Romanos. Empezó el choque por
la caballería : mandaba la del enemigo Arun-
cio, hijo de Tarquino, y viendo el joven guer­
rero á Bruto rodeado de lictores, exclamó:
„Allí está el enemigo mortal de mi familia, y
el usurpador del trono de mi padre." Mar­
chan precipitados uno contra otro con tal fu­
ror que se pasaron con las lanzas, y ambos